Columna


Intromisiones del tercer tipo

RUDOLF HOMMES

16 de mayo de 2010 12:00 AM

RUDOLF HOMMES

16 de mayo de 2010 12:00 AM

La arremetida contra Juan Manuel Santos del presidente venezolano produjo un rechazo casi unánime, pero fue objeto de interpretaciones contradictorias. Al Gobierno le pareció un asunto de importancia vital, pero otros, aunque también rechazan la intromisión, no le dan tanta trascendencia. Piensan, razonablemente, que si los colombianos tuvieron suficiente juicio para librarse del encantamiento de Uribe, hechicero mayor, no le pararán bolas al locuaz energúmeno de al lado. No hay duda, sin embargo, de que Chávez no es indiferente a estas elecciones. Preferiría que continuara Uribe, probablemente, ya que sabe cómo sacarlo de casillas y como calmarlo; o a Santos, que encarna todo lo que al coronel le disgusta del establecimiento colombiano; y no a Mockus, a quien debe ver como animal raro, “un Michelena de esos” que quién sabe cómo reaccionará. El venezolano no es ajeno a lo lúdico, como lo demostró en República Dominicana, cuando terminó un conflicto regional explosivo entonando una canción caribeña, con más malicia que talento. Pero prefiere contender con alguien que no haga fintas y que pueda manejar al estilo chafarote. Menos atención recibió otra intervención insólita en la campaña presidencial, quizá más trascendente: el documento “Reflexiones de los Ex Comandantes del Ejército Nacional a los Poderes Públicos, Dirigentes, Periodismo y Opinión”, distribuido la semana pasada, firmado por generales respetados en retiro, que dicen expresar la posición del Ejército y demás fuerza pública. Inquieta este documento porque tiene el tono respetuoso pero enérgico e inequívoco de las situaciones en las que hay “ruido de sables”. Se queja ante los candidatos por la pérdida del fuero militar, para pedirles claridad sobre la continuidad de la política de seguridad y sobre sus intenciones de negociar con la guerrilla o pretender un “acuerdo humanitario” con ella. Santos prometió repetidas veces continuar con la “seguridad democrática” y no le interesan otras soluciones. Mockus también dijo que mientras la guerrilla secuestre, haga actos terroristas y se mantenga en el narcotráfico, les aplicará la “legalidad democrática” al pie de la letra. Esto deja por fuera ser blandengue o buscar acuerdos “humanitarios” con quienes son inhumanos y tienen poco respeto por la vida, la libertad o los derechos humanos. Pero la promesa de Mockus de ceñirse a la “legalidad democrática” y el precedente de que Santos, como Ministro de Defensa, dejara desmontar el fuero militar, sumados al peligro real e inminente de que los tribunales civiles condenen a los oficiales responsables de los actos que siguieron a la toma del Palacio de Justicia en 1985, más la tendencia mundial de hacer a los altos mandos jurídicamente responsables ante tribunales civiles por lo que haga la Fuerza Pública, es algo que inquieta a la oficialidad militar y parece ser el motivo del documento. Respetando sus ansiedades y entendiendo que el combate no se presta para conclusiones simples, digo con humildad que al Ejército Nacional le sucede lo que a la Iglesia Católica, que le falta coraje para enfrentar y purgar sus pecados. Dos instituciones tan respetadas no pueden refugiarse en fueros para tratar de esconder bajo la alfombra actos de algunos de sus miembros que la sociedad y el mundo rechazan con vehemencia. rhommesr@hotmail.com

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