Columna


Irrespeto a la democracia

VICENTE MARTÍNEZ EMILIANI

14 de diciembre de 2009 12:00 AM

VICENTE MARTÍNEZ EMILIANI

14 de diciembre de 2009 12:00 AM

La afición secular de los colombianos a la fraseología nos engolosina con las palabras. Les rendimos pleitesía, en pleno siglo XXI, al igual que los Centenaristas. Lógicamente el apego a las formas nos conduce a la confusión de los conceptos. Una de las nociones que nos desvela, pero, al mismo tiempo, manejamos con desconcertante ligereza, es la de “democracia”. La hemos manoseado tanto que su valoración conceptual ha perdido respetabilidad. Es un simple término que sirve para todo. Para lo lícito y para lo indebido. Lo perjudicial y lo benéfico. Ya casi la erigimos en sinónimo de libertinaje. A la sombra de lo que llamamos “democracia” queremos amparar toda suerte de irresponsabilidades, hasta el punto que, desde el alto gobierno se pretende imponer el concepto de ESTADO DE OPINIÓN al intocable ESTADO DE DERECHO, o vigencia de la Constitución y de las leyes. A su socaire justificamos los abusos y tendemos a buscar el perdón de las propias culpas. A las decisiones de las urnas se les pretende sacralizar. A los escogidos en los comicios se les conceden, graciosamente, dones sobrenaturales y derechos sin cuenta. Por el solo hecho de ser elegidos, ellos mismos se consideran tocados por la gracia divina. La democracia se confunde con el abuso de la libertad, sin deberes ni limitaciones, y la omisión culpable de las obligaciones. En su nombre se cometen excesos y desafueros. Y se busca su protección para el ejercicio de las martingalas en beneficio propio. Lo que, en realidad, es el desconocimiento de su esencia y el olvido de su mensaje que, desde la clásica definición de Lincoln en Gettisburg, son buscar el beneficio sano de la sociedad, la condena de lo delincuencial y la búsqueda del bienestar general, con prescindencia – que no se cumple – de la trampa, del enjuague o la componenda. El manejo alegre de la democracia ha servido para que los comicios se transformen, en inquietante proporción, en el resultado de la utilización venal de la burocracia, de la imposición de fuerzas ajenas a la libertad de conciencia y, aún, a la aplicación fraudulenta de las normas electorales. El uso pernicioso de las libertades democráticas le ha abierto el camino a la delincuencia. Por ello, con auténtico dolor de patria, vemos que decenas de parlamentarios están comprometidos con la ilegalidad, en espera de juicio, o condenados por asociación con grupos delictivos. Sin embargo, en vez de aprender la lección y legislar para enmendar la plana, el Parlamento intenta, obstinada y pecaminosamente, aprobar normas que los beneficien. En fin, el país asiste, con honda y justificada preocupación, a la inversión de los valores democráticos, de la que no está ausente, por desgracia, la presencia de miembros del gobierno nacional que han escandalizado al país con la entrega de sumas millonarias a través del Agro Ingreso Seguro, en lo cual está metido hasta las cachas el ahijadito predilecto de Uribe, quien, sin más méritos que la sombra de su prepotente padrino oficial, se ha atrevido a agraviar el sistema presidencial como precandidato a la primera magistratura. *Ex congresista, ex embajador, miembro de las Academias de Historia de Cartagena, y Bogotá, miembro de la Academia Colombiana de la Lengua. academiadlhcartagena@hotmail.com

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