Columna


Jalisco en su salsa

CARLOS VILLALBA BUSTILLO

26 de julio de 2009 12:00 AM

CARLOS VILLALBA BUSTILLO

26 de julio de 2009 12:00 AM

El proceso de elección del Fiscal General transcurre como una pieza de opereta, es decir, como otro tinglado funambulesco de la personalización del poder. Pero el espectáculo es tan divertido que el ingenio colombiano, siempre fértil, propagó la especie de que Uribe, hilandero genial de la rueca clientelista, se inventó una “terna de cero”. Hacer una terna de cero es valerse del sobresalto de una sorpresa para escamotear la elección de uno de los funcionarios más importantes y poderosos del aparato judicial. Escamoteo que tiene dos objetivos. Primero, que la Corte Suprema de Justicia se vea forzada a escoger al verdadero candidato de Uribe, el doctor Ospina. Y segundo, que si el elegido no es su verdadero candidato que tampoco lo sea ninguno de los dos restantes. Culpable de la vacancia: la Corte. Porque eso sí, Jalisco nunca pierde. Siendo el doctor Uribe como Dios lo hizo, es probable que, al enterarse del mal rato judicial del ex consejero Juan Ángel Palacio, lo haya incluido en la terna con el deliberado fin de que, luego de divulgada la denuncia que le causó mala atmósfera a su nombre, se coronaran los dos objetivos. Que no nos digan ahora que el hombrecito ingenuo que nunca supo de los falsos positivos, ni de las chuzadas del DAS, ni de las visitas de varios delincuentes a Palacio, ni que sus aliados políticos tenían alianzas con paramilitares, ni de la constitución de la Zona Franca de Occidente, tampoco sabía que un candidato a fiscal con tachas tan graves justifica la devolución de la terna, ya que la función pública debe ejercerse con sujeción al principio de moralidad (Art. 209 de la C. P.). El antecedente de otras ternas, como las integradas para elegir magistrados de la Sala Disciplinaria del Consejo Superior de la Judicatura, fue la primera muestra de que, con tal de poner un organismo de otra rama al servicio del Presidente o de su gobierno, poco importaba la baja calidad de los candidatos. Y hubo resultados: las tutelas falladas a favor del ministro de la Protección Social. Al Estado y la sociedad hay que respetarlos cuando se expiden actos jurídicos y se toman decisiones políticas. La peste emocional de una fanaticada política arriesga el destino de su país cuando legitima, con la lisonja y la intransigencia, las cartas que un estadista marca por autoridad de la ley con la misma intención de los tahúres tramposos. La práctica de inocularles tuberculosis a las instituciones si el uso del bacilo representa dividendos para el poseedor de la jeringa, ha tenido exponentes ilustres y funestos en Colombia. La Corte no eligió ni devolvió la terna, pero trazó un final de ruta vejatorio para los postulantes: someterlos a un test de aptitudes porque los magistrados no ven en ellos el perfil para el empleo. En otras palabras, la Sala Plena ubicó a los tres aspirantes por debajo de su talla. De modo que si los altos jueces buscaban que los dos caballeros y la dama renunciaran por una afrenta a su dignidad, tacaron burro. Todos estos son ventarrones de la reelección que encrespan a los poderes cuando uno, o parte de su engranaje, no se deja zarandear por el más fuerte de todos si éste corta los cabos a sus fervores de conquista y colonización. Y autocracia y derecho son agua y aceite. *Columnista y profesor universitario carvibus@yahoo.es

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