Columna


La ciudad de las negritas

CLAUDIA AYOLA ESCALLÓN

10 de junio de 2010 12:00 AM

CLAUDIA AYOLA ESCALLÓN

10 de junio de 2010 12:00 AM

No, en Cartagena no somos racistas. Todo es un invento anárquico de los últimos años. Como leí hace poco, los cartageneros raizales sabemos que las negras se enterraban al lado de las blancas. Eso del racismo es un discurso para resentidos, que ha llegado con la modernidad, dizque a pedir reivindicaciones innecesarias. Es que a quién se le ocurre pensar así, si aquí blancos y negros vivimos como hermanos. Hace apenas unos años, los negros no hacían parte de los grandes clubes, ni entraban a la Armada, ni entraban a ciertas discotecas de la ciudad, ni a determinados colegios, pero aparte de eso hemos tenido la convivencia más transparente. Algunos blancos dicen que los negros huelen mal y algunos negros quieren ser blancos, pero no, no es por racismo, ni porque tradicionalmente se privilegien más unos que los otros. Es una coincidencia que los barrios de negros tengan calles de barro y fango, y es una coincidencia que los negros sean los mismos que tengan los pies metidos en la ciénaga, con los dedos llenos de hongos y los hijos enfermos. Las mujeres negras en Cartagena no son negras, son negritas. Y no es precisamente por cariño, es porque una negrita no alcanza ni para negra. Las mamás de clase media llenan las cabezas de sus hijas de alicer y de regalo de 15 le obsequian una plancha para el pelo. No las dejan asolearse, les hacen los rayitos y les aclaran los vellos de los brazos. Que el bicentenario no nos haga delirar, no perdamos la perspectiva, y entendamos el sarcasmo de nuestra tierra. Aquí, donde la mayoría somos negros, ser blanco es bonito y cuando los niños desnutridos tienen el pelo decolorado por el hambre, las madres se sienten orgullosas porque los amiguitos del barrio le dicen “el mono”. Y aunque el papá es un negro que levanta bultos en el mercado, ella piensa que Dios fue bueno, aclarándole el pelo a su hijo. En Cartagena, incluso hoy, hay quienes piensan que a la salida de Bocagrande existe un abismo y que los extramuros de la ciudad son el Pie de la Popa y Bazurto. Los otros barrios, son “oriente” y está más cerca Miami que Nelson Mandela. Se han hecho esfuerzos para que los negros se den cuenta de que tienen derechos, y que no se les pueden negar por su color de piel, y nos hemos empezado a dar cuenta de que el muchachito negro que entra al supermercado no va a robar y que la mayoría de los más blanquitos tienen un tizne en la sangre también. Pero no me vengan con el cuento de que a la negra la enterraban feliz al lado de la blanca, todas como hermanas, hijas del mismo Dios. Si las enterraron juntas, fue para que en el cielo una le sirviera a la otra, y ya sabemos quién siguió siendo la esclava. Decir que en Cartagena nunca hubo resentimientos de clase o de raza, es indudablemente, un mal chiste. Todavía tenemos problema para que la negra que trabaja en casa entienda que se puede sentar con nosotros en la mesa. En cuanto nos distraemos, vuelve al mismo rincón, allá en una banquita de la cocina. *Psicóloga claudiaayola@hotmail.com

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