La Corte Constitucional, con la sentencia de inexequibilidad del Referendo reeleccionista, liberó a los colombianos del clima de incertidumbre existente en los últimos tres años. Obviamente nos referimos a aquellos segmentos de ciudadanos demócratas, no comprometidos con el contubernio, el tapen tapen, en una atmósfera inmoral, en la cual todo podría ser permitido. Dominados y atemorizados con la estrategia del miedo, intuían que era posible que en Colombia se instaurase definitivamente un régimen autocrático y dictatorial. El máximo Tribunal constitucional con esa sentencia rescató para el país la ética y la estética de la que habló, recientemente, la mandataria chilena Michel Bachelet. Las democracias modernas y el Estado de Derecho se sustentan en la división de los poderes que actúan armónicamente controlados por los pesos y contrapesos existentes. La Corte Constitucional es la guardiana de la Constitución del 91 y además, tiene antecedentes de que es protectora del Derecho y la filosofía liberal. De otro lado, la Corte Suprema de Justicia se constituyó en la vigilante de la pulcritud y asepsia en la política. En evidente contraste tanto la rama legislativa como la ejecutiva descendieron a los niveles más bajos, convirtiéndose en las cohonestadoras del delito y la corrupción. Superado este peligroso capítulo ahora se respira un clima en el cual prevalecen las tendencias humanistas y liberales a contrapelo de aquellas autoritarias de rasgos sadomasoquistas, “mandar y ser mandado”, que definen muy bien los sociólogos y estudiosos de las ciencias sociales. Por ello es posible que la consolidación democrática tenga el camino abierto, en los próximos eventos electorales, si los ciudadanos así lo deciden y rechazan a los grupúsculos, los nidos de tránsfugas, surgidos al vaivén de los intereses subalternos, beneficiarios de la corrupción y por el contrario fortalecen a aquellos partidos constituidos con ideario y programas de gobierno. ¿Pero por qué estuvimos a punto de tocar fondo? En razón a la crisis ideológica y moral de los últimos decenios que aportó varios factores e inclusive también contribuyó el sistema híbrido del Frente Nacional. Ese cúmulo de eventos permitió que surgiese un antiliberalismo coyuntural y antiético. No el antiliberalismo marxista o fascista del que habla Stephen Holmes, en su “Anatomía del Antiliberalismo”, sino más bien aquel sustentado en las teorías de la antipolítica mediática que en medio de la crisis aspiran darle una patente de corso a esos movimientos oportunistas sin ningún contenido ideológico. Mientras prevalezcan en esta nación instituciones como las Cortes y ciudadanos que cumplan con el compromiso moral de orientadores insobornables de sus conciudadanos, es posible pensar que Colombia está protegida contra los regímenes autoritarios y dictatoriales. No se trata de lucubrar sobre una utopía nacida de la modernidad sino de una sociedad posible que mira hacia el futuro orientada por la voluntad creadora de ciudadanos inmunes a los elementos de la crisis. *Médico Cardiólogo. Ex Director de El Universal. Académico de Número de la Academia Nacional de Medicina, de la de Cartagena y de la de Historia. MOROND@telecom.com.co
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