Columna


La hecatombe de los partidos

GERMÁN DANILO HERNÁNDEZ

08 de septiembre de 2009 12:00 AM

GERMÁN DANILO HERNÁNDEZ

08 de septiembre de 2009 12:00 AM

Decir que los partidos políticos en Colombia están en crisis, es un lugar común. Su atomización y pérdida de principios se ratifica día a día con la actuación de sus propias figuras, pero algunos dirigentes se empecinan en demostrar la vigencia de ideales, enarbolando trapos de colores. El desgaste generado por una historia de falsedades, corrupción e intereses particulares, extinguió la hegemonía bipartidista, dando paso a la proliferación de colectividades que heredaron los viejos vicios y se pusieron al servicio de causas no propiamente altruistas, en la conquista o preservación del poder. Numerosos partidos nacieron y se “arrumaron” en un proyecto político nacional concebido en instancias legítimas y clandestinas, que bajo la consigna de “refundar la patria”, no se midió en principios para asumir el control integral del Estado, a cualquier costo. El ejercicio del poder político, a pesar de su capacidad aplanadora, no ha sido ecuánime, sino desbordado. Las mayorías políticas no brillan por los ideales de partido, propuestas o iniciativas, sino por su capacidad de arrasar en la toma de decisiones, como alguaciles de un caudillo, que actúa con garantías de buena retribución. Más que alianzas de partidos, en el ala oficialista hay una montonera dispuesta a jugarse su dudoso prestigio a cambio de prebendas. Nada detiene esa nueva forma de hacer política: ni el record mundial de parlamentarios encarcelados, los escándalos notariales, las revelaciones de ofertas de dádivas, ni las advertencias de impedimentos. Los nuevos o rencauchados políticos se declaran dispuestos a saltar al vacío, cuando el gran jefe lo ordene, seguros de que el poder servirá de “paracaídas” en el momento requerido. En las proximidades de una nueva contienda electoral, la montonera política se alebresta y define alineamientos, pero escasean las ideas, la deliberación profunda sobre la realidad nacional y las propuestas novedosas de país. El principal punto de coincidencia es la espalda del caudillo. El honor, la dignidad o la vergüenza, parecieran ser nimiedades en la gran mayoría de los partidos políticos sobrevivientes. En el plano nacional o local los militantes saltan sin recato de una colectividad a otra, dependiendo de las sombras ofrecidas y aparecen sonrientes en las páginas políticas de los diarios, celebrando audacias camaleónicas. Cada vez es más difícil saber quién pertenece a cada partido, qué representan ideológicamente cada uno de ellos y cuáles son sus principios. La militancia partidista, que en el pasado se defendía con la vida, tiene hoy la misma fidelidad que garantiza el oficio más antiguo de la humanidad. Si la hecatombe moral de los partidos se evidencia más en el oficialismo, los de oposición no salen bien librados. Su incapacidad para consolidarse y para capitalizar la ilegitimidad de su contraparte, por cuenta de la vigencia de intereses particulares y pugnas jurasicas, les impiden ser alternativas auténticas de renovación. La realidad política nacional y por consiguiente local es poco halagadora. Ante la ausencia de partidos sólidos, el camino es expedito para el rencauche de caciques marrulleros y el surgimiento de personajes pintorescos y mesiánicos, vendedores de ilusiones. *Trabajador Social y periodista, docente universitario, asesor en comunicaciones. germandanilo@hotmail.com

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