Columna


La inmovilidad de Cartagena

LUIS ENRIQUE BORJA BARÓN

05 de noviembre de 2009 12:00 AM

LUIS ENRIQUE BORJA BARÓN

05 de noviembre de 2009 12:00 AM

Hace poco un editorialista de El Universal comentó el despropósito de comparar a Ginebra con Cartagena, dejando entrever razones genéticas. Días atrás cometí igual atrevimiento al comentarle a la Alcaldesa que, para mí, el desorden del Mercado de Bazurto era consecuencia de una característica genética; imprudencia mía, pero…; aunque parezcan sofismas, ambas son verdades difíciles de negar. A diario nos quejamos del desorden terrible del tráfico, abandono de la malla vial, basuras, ocupación de espacios públicos, pandillas, asesinatos y todos, inclusive los medios, culpamos la “falta de autoridad” como única responsable. En Ginebra no pasa igual porque no se piensa igual. ¿Será diferencia de genes, amigo lector? En Ginebra un vehículo no pisa una línea blanca porque el conductor “entiende y comprende” que no lo debe hacer sin necesidad de que autoridad alguna se lo exija. En Cartagena puede afirmarse que todos los conductores pisan con su vehículo las rayas blancas, amarillas, rojas, azules, sencillas y dobles, las cebras, los andenes, cruzan por donde quieren, conducen en vía contraria, etc., etc. y, si la “autoridad” los conmina, la insultan. ¿Puede alguien pensar que una señal de tránsito signifique algo para un mototaxista, taxista, conductor de bus, o el señorito de cuello blanco que conduce la camioneta de papi? La mayoría de nuestros conductores “ni entienden, ni comprenden” la razón de tener una línea blanca en la vía y a quienes sí lo comprenden, no les importa. Si alguien entre nosotros pensara con la lógica del conductor de Ginebra, nunca podría movilizarse. Ahí está la diferencia, pero…; en lograr que no exista está la solución. La movilidad de la cual tanto nos quejamos no radica en la eficiencia ni en el número de policías de tránsito, sino en lograr que nuestros conductores “entiendan, comprendan y les importe” que las normas de tránsito se deben cumplir, sin mediar tiempo ni lugar y menos presencia de autoridad. Sólo así podremos conducir como en Ginebra y gozar de la tranquilidad y la paz que allí se disfruta. Y ¿cómo lograrlo? “Educando los genes” de todos los ciudadanos, con un proceso generacional permanente de educación serio, eficaz y dentro de una autoridad sin excepciones. La sociedad debe dar el soporte necesario para que este proceso se inicie en la cuna, con el ejemplo y buenas costumbres de los padres, en la escolaridad básica, fortaleciendo los cimientos de la cultura, complementándola en la universidad y finalmente robusteciendo el proceso con el ejemplo social de todos. No es falta de cultura, como también se afirma comúnmente, pues “cultura es lo que queda después de que se olvida todo” y al final todos actuamos de alguna manera, es la calidad la que la define e interesa. Alcanzar un nivel cultural obliga a subir escaleras muy largas que, aunque sean diferentes, tienen peldaños sin final. Sólo quien logre subir a lo más alto, logrará el nivel cultural que le permita actuar con más acierto. El ejemplo social es esencial, pero si se permite la abundancia de niños sin hogar, escolaridad con “profesores” escogidos por políticos y autoridades laxas y corruptas, no es posible esperar que podamos movilizar la inmovilidad. lubor149705@gmail.com *Rotaremos este espacio entre distintos columnistas para dar cabida a una mayor variedad de opiniones.

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