Columna


La ley 100: perverso negocio

CLAUDIA AYOLA ESCALLÓN

10 de diciembre de 2009 12:00 AM

CLAUDIA AYOLA ESCALLÓN

10 de diciembre de 2009 12:00 AM

El Hospital Bocagrande dejó de ser lo que era antes, decidieron rentarlo a una nueva firma, que en un intento de hacerlo más lucrativo estableció condiciones salariales duras. A los cirujanos, por ejemplo, que era un equipo médico de experticia reconocida, les dijeron que en lugar de pagarles 2 millones de pesos –cantidad que ya era baja- empezarían a pagarles 800 mil mensuales. Los cirujanos no aceptaron y el hospital contrató a otros profesionales a los que no les importó saltar a los puestos de trabajo de quienes habían sido sus maestros, y aceptaron el pésimo salario. O sea, cirujanos como Eusebio Vargas y Antonio María Martínez, legendarios en nuestra ciudad por su excelente trabajo, ya no operan allí. Por menos plata, trabajan otros. Esa cariñosa y reverencial relación entre colegas que existía en el gremio médico, parece haberse convertido en un desolador paraje desértico con aves de rapiña que se mueren de hambre. No culpo a los nuevos cirujanos que trabajan por menos de la mitad del sueldo de los otros, culpo a la ley 100. La culpo porque ha convertido a los hospitales en un negocio, un negocio igual a los que venden carros, tornillos o hamburguesas. Un negocio con reglas perversas, más aún tratándose de que lo que se compra y se vende es la salud de seres humanos. En este negocio los médicos son unos simples empleados que, o aceptan condiciones indignas, o se van. Los pacientes son unos clientes y el POS, señoras y señores, el POS es el listado de las enfermedades a las que se tiene derecho, pues si necesita una intervención que no esté en el POS, tendrá problemas serios para salvarse. A los hospitales públicos les dijeron “hospital que no produzca, se cierra”. Como estos no estaban preparados para ser competitivos, hacen parte de la historia. Los privados sobreviven entendiendo que la salud es un negocio. Una clínica de la ciudad, por ejemplo, paga de manera fraudulenta para que taxistas les lleven los heridos, ojalá de accidentes de tránsito. Una verdadera carnicería humana. Si me accidento lejos de esa clínica, corro el peligro de que insistan en llevarme allá para ganarse unos pesos. Probablemente será tarde para mí. Las EPS les amarran las manos a los médicos, obligándolos a restringirse en los exámenes y las interconsultas con especialistas. También tienen que ser cuidadosos con los medicamentos que ordenan y limitarse a los genéricos que están en el POS, así sean menos efectivos. Si un niño necesita una cama en una Unidad de Cuidados Intensivos (UCI), dependerá del carnet que tenga para tenerla a su disposición. La muerte anda rondando. Los médicos cada vez tienen peores condiciones de trabajo y los menos escrupulosos acceden a vender su alma al diablo. Los pacientes tendrán que morirse en paseos de la muerte o en filas tediosas en las que lo siguen tratando como si fuera un servicio de limosna y en cambio, unos buenos empresarios se enriquecen llenando sus bolsillos de dinero y expiando sus culpas en la misa del domingo. *Psicóloga claudiaayola@hotmail.com

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