Columna


La ley del embudo

VANESSA ROSALES ALTAMAR

05 de junio de 2010 12:00 AM

VANESSA ROSALES ALTAMAR

05 de junio de 2010 12:00 AM

Pero más allá de su teatralidad, de los 15 millones de álbumes vendidos en el mundo y de que la revista Time la declarara una de las 100 personas más influyentes del mundo, es lúcida e inteligente. Gaga confesó hace poco que es espiritual, creyente en Dios, adherida a Jesús, y que reza con frecuencia. Pero también dijo que no conoce aún la primera doctrina religiosa que no juzgue, condene, o ataque a otros por sus preferencias y maneras de vivir. Pese a las diferencias notorias entre el islam, el judaísmo y la cristiandad, las tres vertientes de la fe tienen algo que las une: la discriminación y el juicio. Aunque Jesús vino al mundo con un mensaje de aceptación -no olvidemos que fue él quien perdonó públicamente a una prostituta, que perdonó a aquellos que lo crucificaron– muchos evangélicos contemporáneos parecen olvidarlo, creyéndose con una superioridad moral facultada para el juicio. Ven la paja en el ojo ajeno, pero fallan en ver la gran viga en el suyo propio. El judaísmo y el islam tampoco escapan esa tendencia hacia el juicio. Sud ortodoxias pueden ser mucho más inclementes. Otros podríamos creer que ese ser inmenso y magnánimo que es Dios, abrazaría en su seno a todos los seres bajo su gran viña. Pero algunas convicciones religiosas contradicen un pensamiento así. Lo más impresionante es cómo el prejuicio genera sesgos tan grandes. El fanatismo puede hacer regir la ley del embudo: eso que “vale para ti, pero no para mí”. Y ése es el caso de Nadine Al-Bedair, una periodista saudita que escribió un artículo para un periódico egipcio en diciembre acerca de la poligamia –una convención social aceptada en Arabia Saudita, en donde los hombres pueden llegar a tener hasta cuatro mujeres. La misma Nadine se crió con 4 madres y 15 hermanos. Señalaba la doble moral de la norma y el tono que escogió la periodista fue el sarcasmo: “déjenme escoger cuatro, cinco y hasta nueve hombres, tanto como mi salvaje imaginación pueda escoger. Los escogeré de diferentes formas y tamaños, uno será pelioscuro y el otro rubio, vendrán de todas las denominaciones y razas y les prometo que habrá armonía”. Detrás del sarcasmo había una pregunta incisiva: ¿por qué los hombres sí pueden tener hasta cuatro mujeres y las mujeres no pueden tener varios hombres? ¿Qué pasa si la mujer, como el hombre, se aburre y quiere un número más a su harén? La comunidad islámica reaccionó acusando al diario de propagar el “vicio”, y un periodista señaló a la publicación de “permitir una ayuda gratuita para la prostitución”. Sobre Nadine dijo: “¡una mujer sin vergüenza que pide hasta nueve hombres! Es la mujer saudita que siempre quiere llevar falda corta y auto proclamarse moderna”. Esto, en pleno siglo XXI. Algunos intelectuales arguyeron que “había buenas razones para la poligamia”. Si es así, ¿qué tiene de malo que una mujer de la misma tradición desee los mismos derechos? La caricatura de Nadine no intentaba defender la poligamia sino cuestionar su desigualdad. Pero la comunidad islámica sacó su mejor carta: la ley del embudo. Los hombres pueden, las mujeres no. Impresionante el parecido con nuestra propia realidad, ¿no? *Historiadora, periodista, escritora rosalesaltamar@gmail.com

Comentarios ()

 
  NOTICIAS RECOMENDADAS