Columna


La leyenda de Tarzán

LIDIA CORCIONE CRESCINI

07 de septiembre de 2010 12:00 AM

LIDIA CORCIONE CRESCINI

07 de septiembre de 2010 12:00 AM

Ese hombre de aspecto rudo, galán de cine, con lenguaje y comportamiento salvaje debido a las circunstancias en la que le tocó nacer, crecer, desarrollarse y desenvolverse, me lleva necesariamente a ponerme en el contexto de nuestra sociedad y todo lo que sucede en ella. La problemática se incrementa cada día más a un ritmo inverosímil, sin tener en cuenta que la raíz de todo se va engrosando en la medida en que el medio ambiente donde nos desenvolvemos juega un papel esencial para la formación del humano dentro de los parámetros de una cultura “no salvaje”, con los requerimientos mínimos de actuar dentro de una sociedad para convivir con el adecuado bienestar, en beneficio de todos. El Ministerio de Educación deberá entonces involucrar obligatoriamente dentro de sus estándares curriculares un área independiente que lleve al niño a estructurar su pensamiento en el “ser”, ser humano, para que se constituya en persona, dándole a “persona” el más rígido de los conceptos: cualidad. Cualidades que se van aprendiendo a pesar de que sus condiciones económicas no sean las mejores. Formar al humano y convertirlo en ser humano y luego en persona, no es tan sencillo como todos creemos. Es una labor ardua de constancia, educación, disciplina y responsabilidad por parte de los que tienen bajo sus alas a estas criaturas. Un niño que se levanta en una saga familiar de conductas “salvajes” no podría llamársele de otra manera, en un pequeño espacio llamado casa donde viven padres, siete hermanos, primos, tíos, etc., donde sus progenitores copulan sin miramientos, donde escuchan palabras de un calibre grueso, donde los gritos prevalecen, donde el hambre es el mayor de los huéspedes, el baño es un hueco resguardado por cartones, y sus pies están agrietados por la costra del barro. Lo que es peor aún, en este contexto social no planifican y se reproducen en cantidades exageradas dentro de una sociedad y Estado que no da a basto para suplir las necesidades de todos. Este es el resultado de muchos actos de violencia por los que estamos pasando los colombianos. (No estoy defendiendo las conductas irregulares). Es certero lo de la reforma para penalizar la delincuencia que pulula entre los menores de edad, que deben ser tratados con mano dura, ya que su paso por el reformatorio llega hasta los 18 años de edad y muy pronto se nos olvida -y se les olvida- que han sido asesinos a sueldo manipulados por los peces gordos para que, encubiertos con la falda de la minoría de edad, cometan sus atrocidades. A veces me pregunto: ¿será qué dentro de 10 años habrá más ladrones, extorsionistas, tramoyeros, asesinos, que gente con una conducta recta? La diferencia con Tarzán es que a pesar de su salvajismo y el medio hostil e invadido de depredadores donde le tocó espaldearse su vida, los animales eran su única familia, lo respetaban y luchaban unidos por el bien y la justicia. En nuestro país hay tarzanes, pero estos son de cuello blanco y en vez de buscar soluciones contundentes, empezando por la educación de los colombianos menos favorecidos, quieren reformar todo a punta de leyes, olvidándose que el papel aguanta todo, pero las necesidades inmediatas de los humanos dan alaridos y sus vidas cuelgan de una liana. *Escritora licorcione@gmail.com

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