Columna


La luna: entre el bolero y el Big Ban

CARLOS GARCÍA DEL RÍO

06 de agosto de 2009 12:00 AM

CARLOS GARCÍA DEL RÍO

06 de agosto de 2009 12:00 AM

Cuando el hombre pisaba la luna por primera vez, mi generación leía a Camus y Herman Hesse. Se enredaba con el hipismo, mientras las canciones de los Beatles nos invitaban a soñar utopías. Era la generación pos guerra, intentando negar la capacidad destructiva del hombre, camuflándose en la imaginación. Por supuesto vimos el alunizaje en televisión en blanco y negro, como debía verse esta inseparable compañera nuestra que ha inspirado los boleros más hermosos y los poemas más sensibles. También, cómo no, ha permitido que los hombres lobo le canten sus quimeras amparados en la discreción de sus sombras. Recuerdo a mi padre absorto con las imágenes, casi en éxtasis, por imaginar que podíamos oír la voz de Armstrong desde la luna, como si estuviera sentado en la mesa con nosotros. Era pues, el principio de un nuevo tiempo, el hombre invencible, realizaba la primera caminata fuera de su planeta. Este no era el principio. Para que esta hazaña pudiera realizarse, una cadena de conocimientos, tuvo que engranarse. Quizás tendríamos que remontarnos unos cien mil años atrás cuando nuestros primeros antepasados empezaron a comunicarse. Sin embargo podríamos resumir en dos los eslabones más importantes: los griegos, quienes inventaron las bases de casi todo nuestro conocimiento, a pesar del gran error de Aristóteles sobre el funcionamiento del universo. El otro ocurrió unos mil seiscientos años después, en el cuarto de hora que empezó con Copérnico y Galileo Galilei, prosiguió Descartes con su monumental discurso del método y finalizo con Isaac Newton, quien recogió toda la información precedente para maravillar al mundo con los principia matemática, libro en el cual explicaba definitivamente las leyes naturales que gobiernan al universo. Se necesitaron Casi 20 siglos para rectificar a Aristóteles Después de esta pequeña revolución, el hombre sería distinto, en adelante todo el conocimiento debería ser analizado bajo la lupa del método científico. Los nuevos conocimientos permitieron la creación de maquinaria y tecnología. Lo demás lo sabemos todos, el progreso, por lo menos material y económico, permitió al hombre soñar con un mundo sin límites, en el cual podría conquistar todo lo que se propusiera. Pero al final, en alguna noche clara de luna llena es inevitable preguntarse: ¿es la ciencia la única verdad? Aunque en muchos aspectos parece incuestionable, en otros no. Es cierto que ha podido explorar el universo hasta sus últimos confines. La exactitud en los cálculos matemáticos permiten recrear los primeros tres minutos en que el universo se creó, Incluyendo la primera centésima de segundo del Big Ban que ocurrió hace más o menos 13.7 billones de años. A pesar de todo esto, todavía vivimos en un mundo que se despierta cada día haciéndose preguntas eternas sobre su sentido y destino. Allí en el territorio intangible del alma humana, la poesía y el bolero seguirán explicándonos el amor y el desamor sin tener que hacer tantos cálculos. Gracias a Dios somos más que una mezcla de átomos y polvo cósmico. *Profesor Facultad de Medicina Universidad de Cartagena Miembro de número Sociedad Colombiana de Cardiología cargaries@yahoo.es *Rotaremos este espacio entre distintos columnistas para dar cabida a una mayor variedad de opiniones.

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