Entre los síntomas que mejor revelan el estado de salud de un gobierno puesto en la picota pública es su desespero frente a ese enemigo en que se convierte la prensa independiente. Es entonces cuando los funcionarios medios exageran en el uso del poder residual de que los dotan sus superiores y las consecuencias de la brutalidad no se hacen esperar. Ahí está el caso de Ecuador. En días pasados dos medios de comunicación, el diario El Comercio y la revista Vanguardia, han sentido los zarpazos de oscuros atentados que han puesto en serio riesgo la integridad de periodistas. poco o nada afectos a la administración de Rafael Correa. Más allá de que uno de ellos sea un colega colombiano, José Hernández, no hay peor señal sobre lo que vive el vecino país. En Vanguardia, donde José ejerce como director, varios encapuchados ingresaron a las oficinas y se llevaron cinco equipos de computación en los que se guardaba información. Los asaltantes obraron a sus anchas, sin que un puesto policial cercano reaccionara. Lo que vino apenas cinco días después se puede considerar como algo más que una simple casualidad: otros, o quién sabe si los mismos sujetos, le cayeron encima al director comercial de la revista, José Luis Estrada, y a un vigilante. Luego de inmovilizarlos y amedrentarlos, se llevaron el maletín personal de Estrada. Y lo de El Comercio fue una celada a una reportera y a un fotógrafo en los predios de una universidad local. Un grupo de militantes de un grupo político cercano al gobierno, agredió con gas pimienta a los periodistas y los despojó de sus equipos. El objetivo de ese tipo de incursiones, ya lo conocemos los periodistas: meternos miedo. Es el primer aviso. Después, casi siempre, vienen cosas peores, no exentas de sangre y calumnias. ¿En qué han coincidido en los últimos meses Vanguardia y El Comercio? En denunciar, por ejemplo, la súbita prosperidad de Fabricio Correa, convertido en el rey Midas ecuatoriano a punta de contratación estatal, ¡Oh casualidad!, en medio del mandato de su hermano Rafael, el Presidente. También han dicho, como otros medios y analistas, que el futuro de Ecuador está cada vez más comprometido si Correa insiste en seguir haciéndole mandados al presidente de Venezuela, Hugo Chávez. Y en una de sus últimas ediciones, Vanguardia concluyó que la actual situación de Honduras es una derrota para ambos. Claro está, eso dicho en estos tiempos de intemperancia no sólo duele, sino que genera reacciones, incluso por parte de embozados y a medianoche. En otra edición, Vanguardia calificó como “peligrosa escalada contra Colombia” la decisión de Correa de pasar de la molestia diplomática a las medidas económicas que afectan un sistema comercial en el que los dos países o ganan o pierden. El ministro del Interior, Gustavo Jalkh, y el secretario de Comunicación de la Presidencia, Fernando Alvarado, han salido con un comunicado de esos que se desempolvan en todas partes cuando se habla de atentados a la libertad de prensa. “Solidaridad y respaldo”, discursearon. Correa no. Él tiene la desfachatez de exigir “más responsabilidad” a los medios. Esa misma que él no ha sacado a relucir para garantizar la libertad de prensa. Lo de siempre: los pájaros tirándoles a las escopetas. * Director Q´Hubo Bogotá.
NOTICIAS RECOMENDADAS
Comentarios ()