Columna


La opacidad de los capaces

PANTALEÓN NARVÁEZ ARRIETA

16 de octubre de 2009 12:00 AM

PANTALEÓN NARVÁEZ ARRIETA

16 de octubre de 2009 12:00 AM

Antes de que Álvaro Uribe Vélez asumiera como Presidente, los analistas alardeaban porque en el país contábamos con un grupo de líderes a quienes, por su desempeño y aptitudes, se les auguraba la posibilidad de asumir la conducción del Estado en un futuro próximo. Hoy, en cambio, varios de esos mismos analistas intentan persuadirnos de que sólo contamos con un líder, cuyas opiniones y orientaciones debemos seguir sin osar cuestionar, como si se tratara de una verdad que no puede controvertirse, así estemos percibiendo que se afincan en conceptos que se rescataron de la caverna o en la corrupción. Pero, y es lo que debe consternarnos, son esos dirigentes (a quienes se les atribuía perspectivas de proyectar su don de mando) los que admiten y prohíjan esa apreciación, lo que impone averiguar no sólo qué tan cierto es que a partir del 2002 desaparecieron los líderes con ánimos y aptitudes para gobernar, sino por qué de presumir ser demócratas que analizábamos y discutíamos las conveniencias o inconveniencias de un proceder, hubiéramos pasado a acoger y defender una única opinión, que justificamos porque su expositor nos garantiza la seguridad de desplazarnos sin la contingencia de ser sorprendidos por un reten de la insurgencia, de modo que olvidamos que aún no nos insertamos en la vanguardia del mundo y continuamos sitiados por las deficiencias del Tercer Mundo. Al aceptar la tesis de que en las actuales circunstancias nadie diferente de Álvaro Uribe Vélez puede regir los destinos del país sin que éste se fracture y sobrevenga la ingobernabilidad, es evidente que los dirigentes que lo apoyan y promueven su segunda reelección están admitiendo que entre ellos (a pesar de haber sido discípulos que aceptan y aplican la doctrina a pie juntillas) no hay quien tenga capacidad para asumir el liderazgo y mantener la unión que les permita el objetivo de perpetuar la inmovilidad lograda a fuerza de dadivas, repartidas a través de limosnas o de subsidios para favorecer a quienes son propietarios de fortunas, como se ha develado tras el escándalo de Agro Ingreso Seguro (AIS). Aglutinar a los colombianos en torno a los objetivos de erradicar de la faz de la tierra a los insurgentes y neutralizar a quienes se apropian del erario, fue la estratagema que le permitió a Uribe alzarse con el favor popular. No obstante demostrar que a la guerrilla se le podía controlar y doblegar a través de la confrontación, no le da derecho a perpetuarse en el poder, ni lo erige en la única cabeza pensante, pues ha quedado acreditado que a pesar de la reconquista del territorio como resultado de la guerra sin reposo, aún padecemos la pobreza, los desfalcos, la baja calidad de los servicios públicos y la impunidad. En otro ámbito esas circunstancias nos pondrían a pensar en otras opciones, pero, ese es el otro mal, en Colombia parece que ellas se extinguieron. En efecto, la izquierda democrática no termina de cuajar ni de convencer. El Partido Liberal perdió su rumbo, no porque el liberalismo haya perdido vigencia, sino porque muchos de sus dirigentes y militantes, que tarde descubrieron su incompatibilidad con la tolerancia y el consenso, se arrimaron al ideario opuesto, al de la imposición y la sumisión, en donde prospera la abyección, se opacan a los capaces y se atropella la legalidad. *Abogado y profesor universitario. noelatierra@hotmail.com

Comentarios ()

 
  NOTICIAS RECOMENDADAS