Columna


La paz de la cultura

ARACELI -CHICA- MORALES LÓPEZ

27 de septiembre de 2009 12:00 AM

ARACELI -CHICA- MORALES LÓPEZ

27 de septiembre de 2009 12:00 AM

Juanes dejó a sus contradictores con la boca cerrada. Quienes criticaron la realización del concierto “Paz sin Fronteras” en la Plaza de la Revolución de La Habana por considerar que serviría de propaganda al cuestionable régimen de los hermanos Castro, han tenido que inclinarse ante la evidencia de los hechos: el concierto fue arte, fue cultura, fue un símbolo de hermandad, y fue, más que todo, una forma valiente de llevar alegría a un pueblo sometido a inmensas dificultades, que, por una vez, no se congregó para gritar consignas sino para cantar a la paz y al amor. El arte y la cultura son, quizás, los medios más poderosos para derrotar la intolerancia y para superar las barreras ideológicas, políticas y de cualquiera otra índole. Si algo hizo Juanes, con su admirable elenco de artistas solidarios, fue demostrar que la música es un instrumento capaz de derribar las fronteras artificiales que se levantan entre los pueblos. Mientras contemplaba, emocionada, el concierto del domingo 20, recordé otras ocasiones en que he tenido oportunidad de comprobar la fuerza convocante del arte en nuestro país. En el año 2000, siendo directora del Instituto Distrital de Cultura de Cartagena, tuve la idea de realizar un concierto de champeta en la Plaza de la Aduana para que el público cartagenero, que ya era fanático de este género, pudiera conocer y disfrutar a sus más destacados “champetúos”. ¿Quién dijo miedo? Se armó la polémica más grande porque los “guardianes” de la cultura consideraban que este nuevo género musical no era apropiado para un evento masivo. Pensaban que era una música agresiva, que incitaba a la violencia. Sin embargo, insistimos. ¿Y cuál fue el resultado? Más de 20 mil jóvenes de todos los rincones de la ciudad se congregaron en la plaza, y bailaron y cantaron sus canciones, sin más violencia que la del movimiento de sus caderas. Hasta a los policías, quienes me habían advertido que era un riesgo hacer el concierto, los vi bailando. Y la champeta se consagró con ese concierto. Un año después, como ministra de Cultura, en el gobierno de Andrés Pastrana, tuve una experiencia similar cuando organizamos el evento “La Cultura le declara la paz a Colombia” en Santa Cruz de Mompox, en una época en que la situación de orden público era bastante complicada. Allí académicos, artistas e intelectuales se juntaron para proclamar, en un escenario de inmenso valor histórico, que la cultura es el mejor medio para difundir un mensaje de paz y convivencia. Asistieron embajadores de diversos países, que, enamorados de las calles coloniales de Mompox, salieron a recorrerlas sin escoltas, algunos hasta montaron bicicleta, a pesar de las advertencias de seguridad. Y nada pasó. Habló la cultura y callaron las balas, ante el poder del arte y la convivencia que éste genera. En julio de 2002 realizamos la segunda versión del evento en San Agustín, Huila, un lugar único en el mundo por los vestigios de la desaparecida cultura agustiniana, en cuyas cercanías operaban varios frentes de las FARC. Nuevamente asumimos el riesgo. Tomamos las medidas preventivas del caso, con el apoyo de la fuerza pública, y realizamos el encuentro en esa joya arqueológica del país, con la asistencia de múltiples invitados internacionales. Para mi sorpresa, cuando estaba ultimando los preparativos, recibí un papelito de algún cabecilla de la guerrilla en el que me decía que no me preocupara, y se comprometía a respetar el acto, pues entendía que se trataba de un proyecto cultural para el pueblo. Más tarde, durante una de las presentaciones de danza, uno de mis escoltas me mostró a un grupo de personas que bailaban animadamente y me dijo que eran guerrilleros. ¡Ni ellos se habían podido resistir a la influencia pacificadora de la música!. Por eso aplaudo la valiente actitud de Juanes, que demostró, con hechos, que la cultura es paz y que el arte nos une por encima de las diferencias. Nadie puede subestimar el poder de una canción. Soy una convencida que con la cultura podemos llegar a conseguir la paz que tanto anhelamos en Colombia. *Ex Ministra de Cultura Directora Teatro Adolfo Mejía galeriachicamorales@yahoo.es

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