Columna


La reprimenda de Salvo

GERMÁN DANILO HERNÁNDEZ

23 de febrero de 2010 12:00 AM

GERMÁN DANILO HERNÁNDEZ

23 de febrero de 2010 12:00 AM

La tertulia de la semana pasada sobre el Festival Internacional de Cine de Cartagena, además de permitir recordar gratas anécdotas en 50 años de historia, fue simbólicamente un mea culpa colectivo sobre el tímido compromiso de la ciudad con el certamen. Entre sonrisas, carcajadas y revelaciones sobre piruetas de subsistencia, los contertulios se deleitaban, como asistiendo a la proyección de un buen filme bajo la luna, hasta cuando el actor Salvo Basile, con su singular acento ítalo-cartagenero, encendió las luces a la realidad. Tras el anuncio “voy a ponerme serio” y soltando un reprimido “carajo”, enrostró a los cartageneros la ausencia de un respaldo decidido y permanente al Festival de Cine más antiguo de América Latina. La reprimenda de Salvo, hecha en nombre de los quijotes que han hecho posible el Festicine y en especial de su fallecido creador y director, Víctor Nieto Núñez, es bien merecida y debe motivar no sólo un acto de reflexión, sino de compensación a un evento que además de su trascendencia cultural ha contribuido mucho a la proyección de Cartagena y al fortalecimiento del cine colombiano y latinoamericano. Con contadas excepciones de personajes y empresarios locales, que regularmente tienden la mano al Festival, éste se cumple en medio de grandes dificultades, compensadas sólo con aplausos y reconocimientos de prensa que alimentan un círculo interminable de padecimientos, pasiones y gratitud. La fortaleza de Festicine, construida a pulso por un puñado de soñadores, se refleja no sólo en los elevados niveles de calidad de las producciones y en el desarrollo de mercados audiovisuales a nivel internacional, sino también en numerosos festivales que, engendrados bajo su sombra, cuentan hoy con mayor estabilidad y disposición de recursos. Es bien sabido que en nuestro medio el arte y la cultura no sobreviven por cuenta propia a la dinámica del mercado, por lo que el éxito de proyectos en el sector requiere de poyo estatal o auspicio privado. Así lo han comprendido gobierno y empresarios en diferentes ciudades, que garantizan el Festival Internacional de Teatro en Bogotá; el Festival de las Artes en Barranquilla, o el reciente Festival de Cine de Cali, por ejemplo. En Cartagena, a las limitaciones de patrocinio oficial se suma la indolencia de la empresa privada, que por desidia, desconocimiento o tacañería, elude aportar a la consolidación del evento. Son muchos los mecanismos existentes para canalizar recursos que hagan solvente al Festival de Cine de Cartagena, uno de ellos es la posibilidad de recibir donaciones que, en virtud de la Ley de Cine, puede traducirse en deducción de impuestos. La celebración de los 50 años es un excelente motivo para que empresarios comprometidos con Cartagena, en especial esa nueva generación que promueve la renovación, emprenda una noble cruzada por el fortalecimiento del Festival de Cine. Conformar una Asociación de Amigos del Festival, con cartera abultada transparente y controlada, sería una opción. El Festival debe ser considerado otro patrimonio de Cartagena, y ser protegido y promocionado como tal. Garantizar su solvencia y el mejoramiento continuo de su calidad, es una buena forma de hacer ciudad. *Trabajador Social y periodista, docente universitario, asesor en comunicaciones. germandanilo@hotmail.com

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