Columna


La Santidad es la única salida

PADRE RAFAEL CASTILLO TORRES

25 de abril de 2010 12:00 AM

PADRE RAFAEL CASTILLO TORRES

25 de abril de 2010 12:00 AM

Hoy celebramos la fiesta de Jesús Buen Pastor y damos gracias a Dios por el don del sacerdocio. Pero, por la grandeza de la misión confiada, lo hacemos justo cuando llueven críticas sobre el sacerdocio. La Iglesia reconoció y aceptó esta realidad dura. No la encubrió, aunque algunos de sus hijos la quisieron tapar. A quienes incurrieron en falta grave los separaron del sacerdocio, la mejor ayuda que se les puede ofrecer; los pusieron en manos de la justicia, resarcieron a las víctimas; tanto por justicia como por amor, pidió perdón públicamente y nos exigió a los responsables de formar los sacerdotes futuros, cualificar muy bien la selección, orando con la misma insistencia y fuerza que Jesús cuando pasó una noche en vela antes de llamar a los que él quiso. Pero como dice el padre Landry: “uno de los que llamó lo traicionó. Uno, que había seguido al Señor, uno, a quien el Señor le lavó los pies, que lo vio caminar sobre las aguas, resucitar a personas de entre los muertos y perdonar a los pecadores, traiciono al Señor. El Evangelio nos dice que el traidor vendió al Señor en Getsemaní, simulando un acto de amor para entregarlo. “¡Judas!” le dijo Jesús, “con un beso entregas al Hijo del hombre”. Jesús no eligió a Judas para que lo traicionara, sino para que fuera como los demás. Pero Judas fue siempre libre y usó su libertad para que Satanás entrara en él y, por su traición, hizo que Jesús fuera crucificado y ejecutado. En la comunidad de los discípulos hubo un traidor. A veces, los elegidos de Dios, lo traicionan. Esto hay que asumirlo. La Iglesia primitiva lo asumió. Si el escándalo causado por Judas hubiera sido lo único en lo que los miembros de la primera Iglesia se hubieran centrado, la Iglesia habría estado acabada antes de comenzar a crecer. En vez de ello, la Iglesia reconoció que no se juzga algo por aquellos que no lo viven, sino por quienes sí lo viven”. No olvidemos que el resto de los apóstoles, exceptuando a san Juan, fueron martirizados por causa del Evangelio. Muy seguramente pusieron el énfasis, no en la traición de Judas, sino en todo lo que estaba por hacerse sin parecerse a Judas. Las crisis serán momentos de verdad cuando resplandezca la verdad que hace libres. Si la crisis estremece, también será la oportunidad hacia una primavera de sacerdotes santos. Pienso que es el momento para despertarnos y subir a la cima de la santidad. Los momentos difíciles de la Iglesia no han sido por problemas doctrinales sino por conductas amorales. Pero Dios, para esos momentos, suscita santos como san Francisco de Sales, obispo de Ginebra, quien al ser preguntado sobre el escándalo dado por algunos de sus hermanos sacerdotes respondió: “Aquellos que cometen ese tipo de escándalos son culpables del equivalente espiritual a un asesinato, destruyendo la fe de otras personas en Dios con su pésimo ejemplo”. Al mismo tiempo advirtió a sus oyentes: “Pero yo estoy aquí entre ustedes hoy para evitarles un mal aún peor. Mientras que aquellos que causan el escándalo son culpables de asesinato espiritual, los que acogen el escándalo -los que permiten que los escándalos destruyan su fe- son culpables de suicidio espiritual. Son culpables dijo él, “de cortar de tajo su vida con Cristo, abandonando la fuente de vida en los Sacramentos, especialmente la Eucaristía”. *Director de la Corporación de Desarrollo y Paz de los Montes de María

Comentarios ()

 
  NOTICIAS RECOMENDADAS