Columna


Las dos caras de la ciudad

ALFONSO MÚNERA CAVADÍA

26 de agosto de 2009 12:00 AM

ALFONSO MÚNERA CAVADÍA

26 de agosto de 2009 12:00 AM

El domingo pasado los periódicos El Universal y El Tiempo coincidieron en destacar en páginas enteras noticias sobre las dos caras del desarrollo urbano de Cartagena. Los titulares fueron harto dicientes. El Universal traía los siguientes títulos: “Tragedia en la Loma”. “Se cae Terraza y mata a adolescente”. Mientras que El Tiempo, por su parte, hacía un gran despliegue acerca del “Boom de condominios de lujo” y la “Fiebre de casas lujosas en Cartagena de Indias”. La noticia de El Universal comienza relatando que “Rafael Pautt, de 16 años, murió en la mañana de ayer luego de que parte de su casa se derrumbara y le cayera encima. El caso se registró pasadas las 8 de la mañana, en el sector La Loma del barrio 20 de Julio. Los minutos siguientes fueron de angustia, todos pudieron ponerse a salvo, menos Rafael. Pautt, quien cursaba séptimo grado de bachillerato en un colegio nocturno, había estado disfrutando el viernes de la compañía de sus familiares, ya que estaba cumpliendo años.” Más adelante, el periodista cierra su crónica contándonos que “funcionarios del Cuerpo de Bomberos llegaron al lugar y señalaron que la casa, al igual que las demás que están en el sector, se encuentra en zona de alto riesgo…;Cuando llueve el terreno cede y hace que las paredes de las casas colapsen”. Por su parte, la crónica del Tiempo comienza así: “Lujosas casas, que pueden llegar a costar hasta 1,5 millones de dólares, (alrededor de 3 mil millones de pesos), en exclusivos condominios, con vista al mar y acceso a playas vírgenes, rodeadas de campos de golf con 18 hoyos, y con muelle privado con capacidad para veleros, se levantan al norte de Cartagena para unos clientes muy particulares: extranjeros ricos que quieren tener casa de descanso en Colombia.” Las dos caras de la ciudad, de que hablamos en una pasada ocasión. Miseria hasta extremos inconcebibles y lujo a precios exorbitantes coexisten en la Cartagena contemporánea. Un jovencito estudiante de bachillerato –no un pandillero- sale a la terraza de su casa para morir sepultado por el techo que se derrumba, en un conjunto de viviendas situadas en zona de alto riesgo. Al mismo tiempo, se construyen casas suntuosas en zonas de cero riesgos, con una infraestructura de servicios completa, carreteras de doble calzada y paisajes amables y limpios, para multimillonarios que pueden pagar el valor de un apartamento en Nueva York. Se dice que el desarrollo de la zona norte traerá consigo 7 mil empleos. Ojalá y así sea. Pero, ¿qué clase de empleos? ¿De sirvientes, la mayoría, a la usanza cartagenera? ¿Ganarán más del salario mínimo? Las anteriores no son preguntas intrascendentes. Es muy bueno que el turismo ofrezca trabajo a los cartageneros que tanto lo necesitan, el punto está en si se trata de empleo basura: bajos salarios, ausencia de estabilidad y pésimas prestaciones. ¿Servirá para mitigar el hambre? Quizás, pero no para superar la pobreza. Los pobres de Cartagena se convertirán en el complemento necesario de esa otra parte que crece para satisfacer la necesidad de un ocio rodeado de lujos. La vieja ciudad desapareció para siempre. La especulación urbana impone su ritmo y nada la detendrá. Y todo parece indicar que estos dos rostros de Cartagena, tan diferentes el uno del otro, la acompañarán en su desarrollo futuro. *Historiador. Profesor de la Universidad de Cartagena. alfonsomunera55@hotmail.com

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