Columna


Los anticuerpos del Estado

CARLOS VILLALBA BUSTILLO

15 de noviembre de 2009 12:00 AM

CARLOS VILLALBA BUSTILLO

15 de noviembre de 2009 12:00 AM

Llegó el totazo presentido: un pliego de cargos contra el Comité Promotor del Referendo y la ñapa inesperada de una declaratoria de nulidad del proceso de recolección de firmas, proferida por dos de los tres conjueces designados por el Consejo Nacional Electoral para desatar el empate que demoró una decisión oportuna sobre la volada de cerca con los topes de su financiación. El entusiasmo de los furibistas con otro período consecutivo de su jefe, reverdecido por la mascarada que dirigió Luis Guillermo Giraldo, tenía que conducir a una sacudida como la que dieron los conjueces, pues los promotores y la cauda olvidaron que estamos en un Estado de derecho, donde el berroche de unas encuestas dudosas no podía legitimar, por sí solo, hechos políticos y actos jurídicos que tienen límites en las normas superiores de la Constitución y las leyes que la desarrollan. La ventolera según la cual todo lo que hace o le conviene a Uribe convalida cualquier arbitrariedad, suya o de sus palafreneros, cabe en la mente irreflexiva del rebaño que obedece y le reza en las repisas a la foto del pastor, pero no en el criterio de los jerarcas que tienen responsabilidades institucionales que no se pueden soslayar y, menos todavía, negociar. Respetarlas y hacerlas respetar implica no sólo impedir que se rompa el equilibrio de poderes, sino detener el alud de transgresiones y abusos que sobrevinieron a la primera reelección. El Estado tiene, pues, sus anticuerpos, sus inmunidades contra los efectos de la apropiación individual que un solo ciudadano pretende de un orden político que es del pueblo entero, a pesar de desafueros dantescos como el de los falsos positivos y de las dádivas rocambolescas de Agro Ingreso Seguro, para mencionar sólo dos disparates de los cien que sustituyeron los cien puntos del primer programa del Presidente. A Núñez lo eligieron cuatro veces, pero dejó una obra de vigencia centenaria. A Uribe y sus idólatras se les llena la boca diciendo que su hazaña transformadora consiste en que los colombianos ya pueden andar por las carreteras. Esos anticuerpos que utilizan los funcionarios respetuosos de la Constitución, sin miedo a las contraofensivas del caudillismo, son el cerrojo protector de una sociedad dominada por un fanatismo que se rinde a los trucos de la demagogia. Si los fanáticos ven con buenos ojos que crezca el desempleo, se dispare el déficit fiscal, aumente la pobreza o nos asfixie la corrupción con tal de que se les dé plomo a las Farc, alguien tiene que castigar los errores y los excesos oficiales sin que ello suponga darle tregua al enemigo violento. El respeto a las instituciones y su defensa de quienes las combaten a sangre y fuego, no son incompatibles. Con un poco de modestia, y con mucho de ese patriotismo que el Presidente manifiesta con su mano derecha sobre el pectoral izquierdo cuando escucha las notas del himno nacional, debe analizar la frase con la que Michelle Bachelet le respondió a un reportero que le preguntó por qué, con un 80 por ciento de popularidad, no reformó la Constitución para hacerse reelegir: “Porque eso es, además de un problema de ética, una cuestión de estética”. columnista y profesor universitario carvibus@yahoo.es

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