Columna


Los cesantes

CARLOS VILLALBA BUSTILLO

09 de mayo de 2010 12:00 AM

CARLOS VILLALBA BUSTILLO

09 de mayo de 2010 12:00 AM

Leyendo la página 4D de El Universal del miércoles pasado, en la que se relató la forma como fue asesinado Jorge Eliécer Ramírez Andrade, un líder del barrio Simón Bolívar, los lectores corroboramos que las pandillas cobran “vacunas” a los comerciantes y a los empleados del sector solidario, so pena de “quebrarlos” si hablan o no pagan. No se entiende, de otro modo, que se ultime a un líder comunitario honrado y trabajador por una causa que no sea la de haberse resistido a una extorsión. Dos cosas importantes se deducen del caso Ramírez. Una, que a falta de empleo o subempleo la solución de quienes no tienen ni el uno ni el otro es delinquir para vivir. Otra, que ya no es necesario ser Oliverio Lara o Harold Eder para caer víctima de un secuestro o un balazo. Basta tener una pequeña empresa, una tienda o un empleo bien remunerado para que los hambrientos convertidos en delincuentes aprieten los gatillos. Los niveles de crecimiento que tanto entusiasmaron al Gobierno y a los gremios, la reforma laboral que le redujo costos al sector empresarial y conquistas a los trabajadores, así como la dedicación a un solo aspecto de la seguridad ciudadana, fueron medicinas que no mermaron el desequilibrio estructural de nuestra sociedad. Es el motivo por el cual andamos en pos de propuestas de choque para rebajarle veneno a la culebra. Es peligrosísimo hacer demagogia desde el poder, porque se juega irresponsablemente con la suerte de un país. Se subió demasiado el costo fiscal de un privilegio concedido al capital, dizque para generar empleo, y ahora no sabemos cómo paliar el drama de nuestras clases media y popular, arrinconadas por una de las tasas de desempleo más atortolantes de la América Latina. Pero ya comenzaron a estallar los petardos sociales, pues además del desempleo y del crecimiento de la delincuencia por cuenta de su elevada cifra, el colapso del sistema de salud –¡ah bombita de anfo tan bonita!– ampliará el círculo de pobreza que asfixia a nuestras ciudades y al campo. Otro desastre que el Gobierno amamantó quitándoles la plata a las EPS para comprar TES en cuantía superior a los seis billones de pesos, mientras el ministro de Protección andaba contratando en gancho con Caprecom y se refería a los problemas de su cartera como si él nada tuviera que ver con ellos. Nunca antes, las medidas de un gobierno y el ojo condescendiente de sus autoridades habían favorecido tanto a los empresarios y a los banqueros como el de Uribe, con los perjuicios consiguientes para los colombianos que viven de las rentas de trabajo. Por eso, el ex ministro Rodrigo Botero sostiene que hay que desmontar los regalos excesivos al aparato productivo y mirar con menos indolencia a los desempleados, pero dotándolos de una política social que responda a sus necesidades reales, no de chequecitos en los consejos comunales. ¿A qué extrañarnos de que haya desnutrición infantil, epidemias de dengue e influenza, asesinos por hambre, matones a sueldo, escuelas sin techo, o de que la mitad de los suicidas colombianos sean jóvenes menores de 30 años? Tal vez por todos estos traumas el heredero universal del poder, Juan Manuel Santos, llamó a un paladín de la guerra sucia publicitaria para decirle: “Rendón, salve usted la patria”. *Columnista y profesor universitario carvibus@yahoo.es

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