Columna


Los diferentes guayabos

RODOLFO DE LA VEGA

20 de febrero de 2010 12:00 AM

RODOLFO DE LA VEGA

20 de febrero de 2010 12:00 AM

Ya en ocasiones anteriores nos hemos ocupado del guayabo, ese malestar que se padece al día siguiente de una borrachera. El DRAE lo registra como resaca: “Malestar que se padece al despertar quien ha bebido en exceso”. En el “Lexicón de Colombianismos”, de Mario Alario di Filippo, se anota a guayabo así: “Malestar físico consiguiente al acto de ingerir bebidas alcohólicas./ Tristeza, abatimiento, especialmente el que queda al día siguiente de una fiesta./ Tristeza producida por la ausencia de alguna persona, lugar o cosa amada./ El guayabo es el árbol que produce guayabas”. Nuestro guayabo etílico en otros países lo llaman ratón o cruda. Algunos angloparlantes lo denominan “hangover”. En una edición del Pequeño Larousse hallé esta definición: “Tristeza, pesar. Resaca: Malestar después de la borrachera”. Es decir, que antepone al guayabo físico, producto de una borrachera, el guayabo sentimental: “Tristeza, pesar”. Casi todos hemos sufrido alguna vez del guayabo sentimental. Lo experimentamos cuando estamos por fuera de nuestro terruño, de nuestro hogar (homesickness); lo siente una mujer cuando se entera de que el hombre de sus sueños prefiere a otra; o también lo sufre el hombre enamorado cuando sabe que la mujer a quien ama, va a casarse con otro. Los aficionados al licor siempre encuentran una justificación a su guayabo. Debe ser el bistec que me comí anoche, sentí la carne manida, dice uno. Otros culpan a la soda y hasta al hielo; nunca al alcohol. Frecuentemente lo atribuyen a la clase de licor, ya que unos son whiskeros, otros roneros y abundan los aguardientosos. Así mismo, cada uno pretende tener la fórmula mágica para evitar el guayabo: beberse un vaso de leche antes de acostarse; una o dos tabletas de Alka-Seltzer en medio vaso de agua o, ingerir un laxante suave después de las libaciones. Lo único verdadero es que, para evitar el guayabo lo mejor es no beber, o hacerlo moderadamente. La fórmula muy frecuente de echarle más alcohol al día siguiente, es aplazar el guayabo para, finalmente, sufrir uno mayor; a menos que pretenda seguir bebiendo hasta el fin de sus días. Para los guayabos físicos siempre habrá un atenuante: un analgésico, antiácidos, comida suave, mucho líquido y descanso. Pero para el otro guayabo no se ha inventado nada. Hay que dejar pasar el tiempo. Quien trata de ahogar en alcohol una pena de amor, lo único que consigue es hacer un gran ridículo. Escribir una crónica o un libro para divulgar su desamor, es exponerse a la burla general. Conocí un caso de guayabo totalmente diferente. Antonio Jiménez y Yadira Paz conforman una pareja feliz, unidos en matrimonio hace más de 15 años. Aunque ya ha pasado el arrebato carnal de la luna de miel, siguen deseándose mutuamente. Llamaba mucho la atención de Jiménez el hecho de que, después de los episodios amorosos, acto seguido, Yadira se iba presurosa a la cocina. Cualquier día, Antonio no pudo resistir la curiosidad y la siguió. En la cocina ella estaba echando en un vaso de agua dos tabletas de Alka Seltzer y se las bebió. Ella se sorprendió cuando el marido le preguntó: “Bueno, ¿y qué significa ese ritual?”. Ella le respondió: “Ay mijo, es que cuando tú te apartas, ¡me cae un guayabo!” *Asesor Portuario fhurtado@sprc.com.co

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