Columna


Los tránsfugas

CARLOS GUSTAVO MÉNDEZ

16 de agosto de 2009 12:00 AM

CARLOS GUSTAVO MÉNDEZ

16 de agosto de 2009 12:00 AM

En estos días, en el ambiente caldeado de la política nacional, está de moda la palabra tránsfuga, con la cual se designa a la persona que abandona un partido político o ideología y pasa de inmediato a otro. Estos desertores, conocidos en el lenguaje coloquial del interior como “voltearepas” y en el de Cartagena como “comequehaya”, han sido satanizados recientemente por algunos columnistas. María Jimena Duzán, en el último número de la revista Semana, hizo una clasificación de los personajes conspicuos del transfuguismo. Según ella, en el “Podio del voltearepismo” deben estar: Juan Manuel Santos, Pardo Rueda, Valencia Cossio, Rodrigo Rivera, Marta Lucía Ramírez y Noemí. Ellos han sido altos funcionarios de todos o de la mayoría de los gobiernos recientes (Belisario, Barco, Gaviria, Samper, Andrés Pastrana y Uribe) y han disfrutado de las mieles del poder como designados presidenciales, ministros y embajadores, originalmente como liberales o conservadores y después en representación de alguno de la miríada de partidos de garaje en que se ha fragmentado la política nacional. Sobre el transfuguismo existen tres visiones. Una es la de los que dicen que la gente no debe cambiar de ideología nunca pues eso es deslealtad y falta de coherencia. Otra, la de los que sostienen que esta afiliación eterna a un partido es un concepto tribal y totalitario de la política y predican el transfuguismo ideológico, el cual fue justificado por Carlos Martínez Silva, hace más de un siglo cuando dijo que sólo Dios no cambiaba porque era inmutable. Churchill, quien fue líder del conservatismo, militó durante un tiempo en el liberalismo, Mussolini pasó del socialismo al fascismo y Antonio Maura se pasó del liberalismo al conservatismo. Estas maniobras la hicieron otros personajes de la historia que, al cambiar de ideología cambiaron de partido, al no coincidir estos con sus creencias. Otra visión es la pragmática, basada en que hay que estar siempre en la nómina, porque como decía un personaje local, “Vivir sin gobierno no es vida”. A un mundólogo cartagenero, en una ocasión lo atacaron por su inestabilidad política, a lo cual replicó: “Yo estoy firme, pero sobre una base móvil”. Talleyrand quien fue miembro de los gobiernos que antecedieron a Napoleón, formó parte del régimen de éste y después estuvo al servicio de quienes lo tumbaron, y dijo que él no había sido oportunista sino que había sido un hombre a disposición de las circunstancias, una frase nada rara para quien decía que “Siempre hay que estar en condiciones de escoger entre dos alternativas”. Aquí en Cartagena había un personaje a quien le decían el “desvelado”, pues se volteaba más que un insomne, quien decía que si se volteaba una “tractomula”, ¿por qué no se iba a voltear él?, y justificaba su actitud en que tenía que asegurar la chanfaina, por aquello del sustento, ya que “la cuestión es asunto de catre y de puchero”, como decía el Tuerto López. Esta visión cínica puede ser explicable en ocasiones en la burocracia menor, pero el transfuguismo en los niveles altos del Estado, que se ve en Colombia, podría tener una mejor explicación en que la mayoría de los partidos políticos no tienen una ideología definida. *Directivo universitario. Miembro de la Academia de la Historia de Cartagena. menrodster@gmail.com

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