Alguna razón tenemos cuando ponderamos lo sabrosa que es la leche al pie de la vaca. Tanto como el ñame arrancado ayer.
Al ñame nadie le discute su jerarquía, pero a la leche le hacen múltiples reparos. Los índices de grasa los reducen, dizque para hacerla más sana y digestiva, cuando lo que quieren es apropiarse de gran parte de sus proteínas. Así hacen más rentable su proceso, mientras destacan higiene y progreso.
El proceso se ha cumplido en la mañanita ordeñando entre la bruma la leche más exquisita, con su espuma que “murmura retozando en la totuma”. Ahora intentamos innovar con modernos equipos auxiliares, y torres de enfriamiento para mejorar su sanidad, pero la leche pierde cada vez más su sabor.
La leche como primera proteína conocida ha sido compañera del hombre en todas las épocas. La leche de vaca es la que más se consume, pero la de mujer tiene un envase que ha trastornado a la humanidad.
La leche está presente en todas las dietas. Desde el humilde café con leche, hasta elaborados manjares como los gratinados. Para no hablar de cremas, postres y helados.
Estar de leche es asociar una situación o persona con el éxito, con la buena suerte, lo favorable. La explicación del asunto…; vaya usted a saber.
Pero como muchos emblemas o símbolos, la leche para sí misma es poco afortunada. Su proceso de extracción, enfriamiento y manejo es prolongado y costoso. No obstante, su precio de venta es menor que el de empacar agua o embotellar gaseosas.
Las cooperativas lecheras de la Costa Caribe han recibido la acometida de gigantes como DPA, Borden, Parmalat y Nestlé. A esas “nobles” multinacionales se les suma la más poderosa compañía nacional, que eructa suficiencia y eficacia. Distinguida por su admirable empuje paisa, no solo vende más del 50% de la leche en Colombia, sino aguardiente y rones de la fábrica de licores de Antioquia, carnes, embutidos, insumos agropecuarios, toda clase de alimentos y la miscelánea más abundante.
Pero ahora acosa con un dumping a nuestras débiles cooperativas. La fortaleza que le concede la magnitud de escala y las compras de leche a precios de gallina flaca que hace en La Mojana, Sucre y Córdoba explican el milagro. Le permite vender a los supermercados a $ 1.500 litro mientras las cooperativas costeñas lo hacen a $ 1.700. El precio al público sigue siendo el mismo. Los tenderos prefieren su leche para obtener $200 más de utilidad en cada litro. Al igualar esos precios pierden plata nuestras cooperativas. Los gigantes son tan raros como los enanos, pero mucho más peligrosos.
Parece que el cuento es apropiarse de las procesadoras de la costa y tomar la ruta del monopolio en este capitalismo salvaje. Como diría el Chapulín: “¿Quién podrá defendernos?”
Las maniobras y los atropellos de los monstruos del capital no son punibles por ley, pero una de las obligaciones del Estado es proteger a los débiles de la zarpa del potentado y de los ávidos colmillos de algunos tiburones de secano. La propuesta de Fedegán para crear un fondo de la leche con aportes obligatorios del ganadero, es alternativa notable. Algo hay que hacer mientras otros elogian la “legítima” estrategia monopolista de poderosos y eficaces.
*Abogado, Ex Gobernador de Bolívar y Ex parlamentario.
augustobeltran@yahoo.com
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