Columna


Mandato para el buen gobierno

EDMUNDO LÓPEZ GÓMEZ

15 de junio de 2010 12:00 AM

EDMUNDO LÓPEZ GÓMEZ

15 de junio de 2010 12:00 AM

Lejos de criticarla, consideramos conveniente la tarea final que se impusieron los directivos de la campaña presidencial del candidato Santos, de buscar el respaldo mayoritario de los congresistas elegidos el 14 de marzo. Algunos comentaristas –sesgadamente-, han creído que esa clase de gestiones corresponde al viejo clientelismo de los partidos, sin propósito distinto al de conseguir apoyos incondicionales para respaldar al gobierno de turno, como en los tiempos en que las bancadas parlamentarias actuaban más con criterio sectario que con espíritu severo de control político. Para responder a los críticos impacientes, decimos, además, que es pretensión sana -y actitud coherente-, de quienes han enarbolado la bandera de la unidad nacional, la búsqueda de esos apoyos mayoritarios en el Congreso, porque para desarrollar, por ejemplo, los diez puntos programáticos expuestos por el candidato Santos, se requerirá de reformas constitucionales y legales que sólo pueden darse si hay suficientes votos en las cámaras legislativas para tramitarlas y aprobarlas; formando esas mayorías entre los partidos que han concurrido a la alianza política que con buen juicio procuró el candidato Juan Manuel Santos en su planeamiento central de campaña. En verdad, no se puede pensar que un gobierno de unidad nacional pueda consolidarse sobre la base del sólo apoyo del partido de la U (el Partido que fundara Santos), así éste, por un solo voto de mayoría, pudiere imponer las reformas; proceder que desvirtuaría, de raíz, la naturaleza misma de la participación consensuada que supone la política de acuerdos propuesta. No se trata, tampoco, de reeditar el Frente Nacional, porque los partidos que pactaron esa forma de gobierno hace cincuenta años no fueron inspirados por una agenda de alcance social relevante, sino por la urgencia –en aquella época– de pactar una paz política en el manejo del poder, con el reparto paritario y milimétrico en la burocracia y para ponerle fin al desangre entre las huestes partidistas. Con todo, durante ese régimen de gobierno se atrofiaron los reflejos democráticos y no se obtuvo nada grande, en cuanto a reformas políticas y sociales. Lejos de ello, las frustraciones crecieron y, por el atajo de la violencia, se fundaron en la clandestinidad grupos armados que, en principio, tuvieron alientos revolucionarios genuinos, pero que se convirtieron, décadas después -y para su descrédito-, en agencias terroristas. Debemos confiar en que las conquistas de la seguridad democrática y de la estabilidad económica –herencia que deja el gobierno del presidente Uribe-, servirán de base para que se puedan adelantar reformas dirigidas a erradicar la inequidad social y a combatir la corrupción y la impunidad, que van siempre de la mano. Por ello, hablemos de un mandato trascendente, transparente e incluyente, -como lo ha planteado el candidato Santos-, en el sentido de pedir que el pueblo le otorgue un poder inequívoco para realizar el buen gobierno de la unidad nacional propuesto; cuya finalidad -más allá de la polarización infecunda-, será la de construir, entre todos, un país próspero económicamente y con altos índices de satisfacción social. Es un planteamiento que corresponde a la ideología liberal, y por compartirlo, invitamos a votar por Juan Manuel. *Ex congresista, ex ministro, ex embajador. edmndolopezg@hotmail.com

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