Aunque en algunos casos el temor a la crítica paraliza, es un error y una violación al principio de transparencia ocultar los actos y obras de gobierno, que por su naturaleza son públicos. Sin embargo no siempre se oculta para proceder de manera torcida; algunas veces, para evitar las energías negativas y hacer menos tortuoso el camino. Los colombianos se han vuelto tan fundamentalistas en ese concepto del control político (el papel de los medios de comunicación y el de la oposición) que lo confunden con el “no dejar hacer, no dejar pasar”, sin ninguna otra consideración que ese fundamentalismo, nada que provenga, pretenda o promueva el mandatario de turno. Este no es solo un defecto de los políticos que merodean el poder central, ya se volvió el quehacer de los políticos locales. Llevar a cabo un proyecto de alguna envergadura (material o inmaterial; pública o privada) conlleva un enorme gasto de energías -invertidas en la planeación, consecución de permisos y recursos financieros, además de la organización y la logística para la realización- como para aceptar de buena gana, que todo el que quiera meta las narices. La mayoría de las veces no para contribuir, sino para lucirse despotricando, u obtener algo a cambio de no molestar. En lo privado, el sentido común aconseja consultar algunas opiniones experimentadas y neutrales durante la etapa de planeación, pero mantener un cierto hermetismo mientras se pueda. Los constructores de vivienda de estrato alto –por ejemplo- que saben esto, y que venden en planos sus proyectos, le permiten a los propietarios intervenir, modificar el área interior de sus apartamentos, pero una vez concluida esa etapa, se dedican a su oficio ignorando hasta cierto punto los caprichos siempre cambiantes de sus clientes; y hasta le impiden –cada vez más- la visita a la obra: si no es así nunca terminan. Algo similar ocurre con los desarrolladores de software. No obstante lo público no se puede ni se debe manejar así, y eso lo hace más complicado todo, especialmente en presencia de ese fundamentalismo de la oposición. Toca mostrar; hacer todo a los ojos de los ciudadanos y aceptar la critica tomando lo constructivo e ignorando lo destructivo. Es la única manera de frenar la corrupción; y a veces ni eso basta porque siempre algo se podrá ocultar. Ciudadela Bicentenario es una obra privada que se apalanca con recursos públicos (los subsidios) otorgados por el Gobierno central, lo cual lo hace público. De él se conoce muy poco: el emotivo anuncio de la Alcaldesa al inicio de su gobierno que habló de 15 mil unidades para el 2011, y uno que otro escrito en El Universal. Al suscrito se le ha estado mamando gallo cuando ha solicitado información del proyecto, y la gente en la calle le cuenta a uno que están pidiendo a los candidatos que entreguen sus ahorros a la Fundación para ganar puntaje, pues hay que postularse y pasar un filtro selectivo para recibir el subsidio, y el préstamo; y en un futuro -cuándo se preguntan- la vivienda. Me temo que la culpa no sea de nadie más que del fundamentalismo de la oposición, que genera ese tipo de conducta ocultista. Nadie duda de la honestidad e idoneidad de la Fundación, por lo tanto lo mejor es mostrar, porque al ocultar están justificando la crítica. *Ing. Electrónico, MBA, Ex Superintendente (Pensionado) Electricaribe. myances@msn.com
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