Columna


Mercadito de Santa Rita

CARLOS DÍAZ ACEVEDO

08 de septiembre de 2010 12:00 AM

CARLOS DÍAZ ACEVEDO

08 de septiembre de 2010 12:00 AM

Martina Díaz Peña oyó con sus propios oídos la noticia de la construcción del mercadito de Santa Rita y vio con sus propios ojos levantarse este mercado sectorial frente a su casa, la misma que le ganó al fango del otro lado de la vía Paseo Bolívar, a punta de hacerle tragar tierra al agua. Cuenta con su propia boca y recuerda como si fuera ayer los días cuando el mercadito tenía un cuarto frío, un sitio adecuado para picar los huesos e incluso con una agencia de un banco donde ella tenía una cuenta de ahorros y podía consignar y retirar dinero sin ninguna clase de problemas, excepto la dificultad de que los hospitales Santa Clara, San Pablo o Universitario, sitios donde trabajó durante muchísimo tiempo, no le pagaran a tiempo. El tiempo no ha borrado de la memoria de Martina el nombre del hombre que celaba el mercadito cuando era construido, ni los nombres Depósito Aparicio y la Tienda del Pueblo, grandes colmenas que vendían al por mayor y al detal y hacían que gente de todos lados, por ejemplo del barrio Crespo, viniera a comprar al mercadito. El tiempo tampoco ha borrado de su cabeza llena de canas el recuerdo de aquellos días cuando la venta de pescado se hacía dentro del mercadito, cuando venían camiones cargados de bastimentos, frutas y verduras provenientes de Santa Rosa y Villanueva, y cuando un grupo de amigos de los ajeno, haciendo una escalera humana y aprovechando la poca luz que siempre ha rodeado el mercadito, se metieron por el techo e hicieron de las suyas. Martina puede dar testimonio del levantamiento, pero también de la caída del Mercadito de Santa Rita, el mismo que hoy en día cuando llueve y cree uno que dentro de él se puede proteger del agua lluvia, toca volver a abrir el paraguas porque más es el agua que cae dentro de sus instalaciones que fuera de ellas. Para esta mujer nacida en Barú hace ya bastantes años y que ha vivido la mayor parte de su vida en el sector de Santa Rita, la mejor palabra que define el estado del mercadito es deterioro. Para esta mujer que ha vivido los tiempos del cagar agachao, de la bolita de hilo y de la manteca negrita, pero también de los computadores e internet, la mejor palabra que explica el deterioro del mercadito, es descuido. Para Martina se está cayendo a pedazos por el descuido de sus administradores, de los propietarios de las colmenas y negocios, de las autoridades municipales y distritales. Para este hombre que escribe y que no es familiar de Martina, a pesar de llevar el mismo apellido Díaz, el mercadito se está cayendo también por el descuido de la comunidad que vive cerca, pero no le rodea a él ni a los comerciantes. El mercadito no es sólo de los comerciantes ni sólo comercio, es un bien público y ciudadano que bien merece ser cuidado antes de que se caiga por completo y con él los sueños de una gran cantidad de personas. Nos corresponde también a los ciudadanos llamar la atención sobre la época oscura por la que atraviesa el mercadito, decir, por ejemplo, que hace ya casi una semana le cortaron el servicio de energía eléctrica. Nos corresponde pedirles a Santa Rita de Casia y a la Alcaldesa que metan su mano prontamente en el mercadito. *Lingüista, literato y comunicador para el desarrollo. puntos_de_encuentro@hotmail.com

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