Columna


Mi foto y la muerte

JAIME ANGULO BOSSA

26 de diciembre de 2009 12:00 AM

JAIME ANGULO BOSSA

26 de diciembre de 2009 12:00 AM

Son pocos los que ven, a través de la foto de alguien, la mirada de la muerte cayendo con su guadaña sobre la exigua vida que según sus odios ideológicos le queda a la imagen del hombre de izquierda liberal o socialista, su contrario. De entre esa paranoica minoría de sabios y premonitorios ojos, dos demofóbicos derechistas poseídos tal vez por la brujería acartonada de su dominante cultura y de seguro seguidores del Presidarca, con ferocidad se refirieron a mi columna titulada “El IV Congreso Liberal” en el espacio virtual que el periódico otorga a tales críticos, envenenados y casi todos coleccionistas de groserías e improperios aprendidos tal vez en las enciclopedias paracas del horror. Con la pócima reaccionaria vertida en vasija agreste, de truenos y centellas adornada y valiéndose de vulgarismo humorístico dijeron de mí “que ya estaba colgando los guayos”, es decir, muriéndome, en alusión al retrato que identifica mi columna, con la sugerencia encubierta de que debía callarme y no molestar al Príncipe so pena de acelerar mi deceso. Según ellos, la parca, término centenarista que tanto agrada al gobiernismo de salón, mostraba ya sus símbolos en mi rostro ajado por los años y en las canas de mi cabello ralo sin admitir jamás que mi conciencia podía estar revestida, como está, de vertical enjuvenecimiento, expresión que uso para referirme al proceso de enjuvenecer o adquirir mayor juventud con la edad a través de la conciencia enfrentado a la juvenez, proceso adverso de envejecimiento mental que filofascistas sufren desde su adolescencia y juventud. ¡Qué conciencia han de ver si la suya, de tenerla, está forrada de fusiles que disparan balas hechas con la sangre de sus víctimas y de machetes afilados en la cabeza cercenada de los mártires del pueblo, esos que fallecen y son llorados solo por quienes los engendraron y concibieron, parieron y amaron! Fuera de la risa interna que me produjo la andanada de los anónimos, parapetados tras los correos electrónicos de marras con sus perfiles de púas verbales y agresivas y sus odios por mis ideas, surgieron de mis valentías y miedos interrogantes como estos: ¿Qué muerte me desearán los hombres del correo? ¿Qué tortura imaginarán estos “pensadores” de cilicios, con sus espadas y machetes afilados para herirme célula a célula deseosos de que me duela más y abrir surcos en mi carne donde sembrar sus espantos y sus risas cómplices? ¿Acaso la de la motosierra paramilitar de los Montes de María y de otros cantones reaccionarios? ¿Acaso la de los diminutivos ganaderos y ocultas sangres derramadas por los amigos del hombre del caballo, sombrero y espuelas de odio que mira hacia el horizonte, jinete de miedos y pavores, soñando que todo lo comprendido desde sus ojos hasta aquella línea imaginaria podría pertenecerle y sembrar los surcos del poder que ostenta con creciente alma violenta, oculta bajo las maneras rurales de su cultura vacuna, y la minoridad democrática de sus ideas, disfrazada de supuesta popularidad registrada según encuestas ad-hoc hechas por funcionarios y contratistas del Gobierno? Esos torvos torturadores cibernéticos, mal imitando a Santa Teresa de Ávila, quieren que yo muera de cada herida sin que muera para que muera más. Hasta el 23/01/10 *Abogado, catedrático, ex Representante, ex Senador, ex Gobernador, ex embajador ante la ONU. jangossa3@gmail.com

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