Columna


Miami de locos

DANIEL CASTRO PEÑALOZA

01 de julio de 2010 12:00 AM

DANIEL CASTRO PEÑALOZA

01 de julio de 2010 12:00 AM

Dice un manido refrán latinoamericano, muy ‘cacareado’ en Colombia, que “cada loco con su tema”, cuya esencia creo más desde que, por cosas del destino de Dios, me vine con familia, dos mudas de ropa y un par de zapatos viejos –al mejor estilo de los locos cuerdos de hoy- a vivir en la gran urbe de Miami. Como quien dice: “Llegué al lugar apropiado”; a la ciudad del Sur de la Florida que se encuentra atestada de gente sin brújula, caminantes sin destino; hombres y mujeres que andan en sus vehículos como sonámbulos por las calles, siempre cargados de problemas y ansiedades. Góngora y Argote decía: “Ándeme yo caliente y ríase la gente”. Así vive y sobrevive nuestra gente de Miami: muchos sudorosos, de respiración trepidante, con la vista perdida en el horizonte de las tarjetas de crédito en el mundo del capitalismo salvaje que bien sabe atarnos con lazos difíciles de soltar. Todo un espectro tenebroso que cada día que pasa nos ahoga más y más: lento como un cáncer, pero letal como el escorpión. Pero como el escritor español, yo también me río. ¿Qué más puedo hacer? Si estoy en un “mall” no puedo contener mis carcajadas al ver a tanto loco suelto por los pasillos de tiendas y kioscos de ventas al menudeo. Sus características son peculiares. Algunos destacan por la forma de llevar el cabello. Los jóvenes lo usan de colores azules, verdes, amarillos. Me pareció tan peculiar aquel muchacho de pelo entre anaranjado y rojo con un mechón tapándole un ojo, y un pantalón de tela de jean ajustado a sus glúteos y piernas. ¡Qué lindo se veía! Un mismo payaso…; En el “College” me divierten aquellos que viven imbuidos en la tecnología del Ipod, Iphone o Blackberry. No respiran por largos ratos; su concentración es extrema. Saben mirar de reojo y responder con movimientos cortos utilizando la cabeza. Pero jamás se despegan de los aparaticos que los mantienen como esclavos. ¿Es una moda o una manía? Para que estas actitudes se consideren atípicas –dicen los psicólogos- es necesario evaluar el impacto que ejercen sobre la persona; si coarta o reduce el tiempo y su estabilidad psicoemocional, porque no se trata de una manía del todo “inocente”. Además, un maníaco comienza a provocar problemas de convivencia con familiares y allegados. ¿Cuántos conocen a algún jovencito con estas actitudes? En otra línea ubico a los que no pueden vivir –o sobrevivir, insistiría- sin hablar a través del celular el día entero. Su obsesión es la interacción: hablar y hablar hasta que la batería resista. Es el caso de un muchacho de acento colombiano que, sin exagerar un ápice, los sábados recorre el parqueadero de una afamada tienda de artículos electrónicos dando instrucciones por teléfono, haciendo ademanes extraños y mirando a todos a su alrededor con ojos escurridizos. Las conversaciones de este pobre infeliz duran hasta dos horas y quizás más. ¿Con quién hablará tanto? En estaciones, buses y trenes, la situación es de otro calibre. Muchos hablan solos o eso nos hacen creer. Algunas mujeres aprecian sus rostros en espejos buscando saber quién es la más bonita. Otras sueñan con ser como Angelina Jolie, pintando sus labios de colores fuertes. Hombres más locos que cabras caminan desaforados, otros lo hacen lentamente. Pero el mundo sigue girando. Esta ciudad definitivamente es de locos y para locos…; dacaspe@gmail.com *Rotaremos este espacio entre distintos columnistas para dar cabida a una mayor variedad de opiniones.

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