Con las obras que se están realizando, y con las proyectadas, Montería está asumiendo el reto de organizarse como lo merece una capital de departamento. Y digo como lo merece una capital de departamento, porque una cosa es hacer una clásica administración de cemento, en la que se construyen calles sin andenes, sin arborización, en la que las obras no incluyen al ciudadano, y otra bien distinta la que nace del enfoque de Marcos Daniel Pineda, de urbanismo social. El urbanismo social comprende que toda obra que se construye no debe ser solo para suplir la explicita necesidad que encierra en sí; en otras palabras, si se hace una calle, o un colegio, no debe ser solo para que los carros circulen por allí, ni solo para los niños que van a esa institución, sino que tales obras deben positivamente afectar lo que más puedan, no solo desde el punto de vista urbanístico, sino que también deben tocar la fibra emocional del ciudadano vecino, deben hacerle comprender que eso es para él y de él, a la vez que con simplezas como una banca o unos amplios andenes, generan un efecto de inclusión para el resto de la ciudad. En este punto es importante resaltar la dificultad que representa gobernar un municipio en el que los intereses de la política tradicional se hacen presentes desde minucias como quien saca las fotocopias hasta quien ejecuta las grandes operaciones administrativas, con el objetivo casi obsesivo de ganar en todo, sea política o económicamente hablando, y no precisamente para vigilar la correcta ejecución o hacerse partícipes del desarrollo del municipio. Traigo a colación en este punto dos de los grandes debates que ha sorteado la administración de Pineda García, la construcción del “Pasaje del Sol” y los Megacolegios. Del primero, los detractores intentaron satanizar la obra diciendo que no era posible que el municipio adoptara una obra que iban a gozar los estratos más altos; de los segundos, que a pesar que van a ser en beneficio de los niños más pobres se adopta una figura sospechosa por tener sombras de privatizadora. En este punto recuerdo a uno de mis referentes preferidos en el tema de políticas públicas, el Magister en Estudios Políticos de la Javeriana Carlos Salazar Vargas, cuando en una de sus obras anota: “Si aceptamos que en política hay más de una explicación acerca de una misma realidad, cualquier intento entonces de diagnostico resulta irrelevante. El gerente público debe actuar entonces en condiciones y bajo parámetros circunstanciales que nadie o muy pocos están dispuestos a defender”. Es claro que muy a pesar de las críticas no siempre objetivas, y de la aparente dificultad que se presenta para la vieja política de entender que la ciudad debe encausarse, el Alcalde actual demostró que el “Pasaje del Sol” es un espacio de encuentro ciudadano y de impulso comercial que merecía la ciudad (que incluso con el tiempo debe ampliarse), y que los Megacolegios no pueden ser Mega (tanto en la calidad y belleza de la obra, como en el impacto social), sin el tipo de administración adecuada que posibilite su sostenibilidad. Aplicando al tema una frase de Peter Druker, término afirmando que no existen ciudades desarrolladas o subdesarrolladas…; lo que existen son ciudades administradas y subadministradas. *Abogado y Analista Político bfzr_14@hotmail.com
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