Columna


Montes de María: la tierra gime

PADRE RAFAEL CASTILLO TORRES

14 de febrero de 2010 12:00 AM

PADRE RAFAEL CASTILLO TORRES

14 de febrero de 2010 12:00 AM

“La tierra no puede venderse para siempre, porque la tierra es mía y vosotros estáis en mi tierra como forasteros y huéspedes” (Lev 25,23). Los campesinos que vendieron sus tierras en Montes de María lo hicieron porque estaban endeudados y no tenían con qué hacerla producir. Los que no regresaron y le perdieron amor la vendieron, compraron una moto y son mototaxistas en Cartagena o Sincelejo. Tampoco faltó quien, sintiéndose amenazado, prefirió venderla. En Montes de María ya no hay tierra para sus campesinos. Ahora se dice que son los Montes de: ¡Eh Ave María! El Salado necesita la tierra y hay los recursos para comprarla, pero ¡qué difícil ha sido encontrarla! Amén de su costo en comparación con el de hace dos años. Recordemos que en Colombia la tierra es el factor más determinante en la reproducción de la violencia. También corre la bola de que las exigencias del Incoder no miran al campesinado. Ello se aclararía si Incoder, con voluntad política, se acercara a la Mesa Agraria, que tiene su agenda, construyendo con los organismos estatales, empresarios que quieren invertir, organizaciones de productores, acompañados por la cooperación internacional, una hoja de ruta que parta de la vocación agrícola del territorio, que considere el modelo de Finca Montemariana y que vea con esperanza los 27 Institutos Técnicos Agropecuarios (“IETA”) del territorio, donde estudian más de 30.000 jóvenes que ya no serán presa fácil de paracos ni de guerrilleros. Incoder y la Secretaría de Agricultura podrían abrir solidaridades, aunque sin parecernos a Carimagua. Si se logran titular las 29 mil hectáreas anunciadas en septiembre pasado, será un logro gigantesco. Otro ejemplo montemariano patético de la lucha por la tierra es el caso de Guasimal, con 1.800 hectáreas entre Zambrano y Córdoba, a orillas del Magdalena y excelente para cultivos y ganadería. Primero fue de Mata Ballesteros, luego de Cuco Vanoy, y hoy es de Estupefacientes. Fue epicentro del narcotráfico y del tráfico de armas: llegaba la droga del sur de Bolívar, y estaban los laboratorios y pistas de aterrizaje. Los últimos años estuvo en manos de los paramilitares. De ella salía la camioneta del terror, conocida en la región como: “La última lágrima”. Ahora que recuperaron el habla, los campesinos dicen que la tierra gime en Guasimal porque aún no se ha desenterrado la verdad y que cuando se acercan a la rivera del Magdalena, se oyen los gritos de quienes fueron asesinados y arrojados al río. El río de la vida lo convirtieron en cauce de la muerte y la tierra acariciada por la mano de Dios en cementerio de víctimas a quienes no podemos olvidar, para no condenarlas a morir nuevamente. Resignificar la vida en Guasimal es hacer lo imposible para que esté en manos de los campesinos. No hay de otra. Post Scriptum: Un grupo muy pequeño de empresarios y fundaciones, con el apoyo de gente seria, pensamos en una estrategia solidaria con nuestro campesinado: vender tierra para comprar tierra. Pondreremos puñaditos de la tierra montemariana en bolsitos muy pequeños, hechos por nuestras artesanas, y los venderemos para -con lo recaudado- comprar la tierra necesaria para que fructifiquen donde Dios los sembró. ¿Te le mides? *Sacerdote y sociólogo, director del Programa de Desarrollo y Paz de los Montes de María. ramaca41@hotmail.com

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