Columna


Motos: hasta banderilleras son

LUIS EDUARDO PATERNINA AMAYA

17 de febrero de 2010 12:00 AM

LUIS EDUARDO PATERNINA AMAYA

17 de febrero de 2010 12:00 AM

¡Quien lo creyera! Una moto banderillera rompe fuego en la multitud que invade el redondel de la corraleja. A este vehículo se le conoce como medio de transporte, también se utiliza en el deporte, el sicariato, el atraco y el desafío que representa para el hombre cuando lo invita a fundirse con su propia estructura metálica, para quitarle conciencia e inteligencia e invitarlo a las seducciones de la velocidad que parece ser la característica más importante a la cual ningún motorista se resiste. Sin embargo, la he descubierto en la concluida temporada de fiestas en corraleja sacudidas por la presencia de toros enseñados a pelear con el diablo, corriendo detrás de estos o simplemente esperándolos para sembrarle en lo más alto de sus corpulencias un par de banderillas que dejan una extraña sensación en garrocheros, manteros, vendedores y público en general que, como los músicos, paralizan toda actividad para observar a la veloz maquina pulverizando toda una tradición dentro de la ortodoxia de nuestras costumbres, que ya habían aceptado el paraguas, el payaso, el tanque que se mueve hacia el sorprendido astado, la carretilla, el saltarín de la fiera, al gay que pretende una caricia del más armado de los cornúpetos, el disfrazado de mujer que parece haber encontrado su verdadera identidad. Pero, observar cómo el ruidoso movimiento de una moto se enfrenta a las notas melodiosas de un porro y se abre paso ante tanta diversidad de personas y personajes, sí que desnaturaliza la fiesta en corraleja que por más de cien años ha sido aceptada por un pueblo con vocación agropecuaria, pero ante todo amante de la actividad ganadera, ya sea como trabajadores de pequeñas y grandes haciendas o como propietarios de las mismas. Por eso no le teme al toro, porque la festividad se monta sobre ese enfrentamiento de hombre contra bestia que al llevar implícita la posibilidad de la muerte cuando el primero pierde la contienda con la segunda, las romerías invaden la corraleja en busca de las muchas faenas que brindan los garrocheros, manteros y banderilleros que no dejan dudas de su virilidad y destreza para “jugar” con el ganado. De ahí que se haga difícil aceptar la moto banderillera que, de seguir imponiéndose, dentro de poco tiempo ya los palcos no estarán atiborrados de humildes y encopetados apellidos lugareños como García, Romero, Vergara, Támara, Paternina o Atencia, sino Kawasaki, Yamaha y Suzuki, cambiando el guarapo de panela con limón, por el té; y la carimañola, la empanada de huevo, el diabolín y demás viandas de la cocina criolla, por el chow mein, chop suey o sushi, mientras que aquellos diminutos seres de ojos escondidos disfrutan de la aeróbica criatura posesionada de la corraleja como actriz principal, muy distante de la cultura que la engendró para que el Occidente controlara su progresiva natalidad. noctambula2@hotmail.com

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