Políticamente, desde 1992 con Gaviria, que nos entregó al mercantilismo neoliberal e internacional abriendo impúdicamente las fronteras a las multinacionales para que en nuestro suelo pusieran sus huevos de especulación y dominio y arrasaran nuestro aparato productivo, pasando luego por sobre las débiles resistencias socioeconómicas de Samper, que perdió la mayor parte del tiempo defendiéndose de las mafias políticas que impidieron delictivamente el desarrollo progresista de su gobierno, hasta el Uribe ultra reaccionario de 2002 a 2010, Colombia bajo el supuesto popular de Paracolombia como hipocorístico crítico empleado en silencio por la oposición en estos últimos 8 años contra los oscuros desvíos ético políticos de su régimen, ha dirigido sus pasos ideológicos consciente o inconscientemente durante los gobiernos liberales y conservadores y ahora de modo expreso por el de la U, hacia la más exaltada noción de la derecha filosófica e ideológica. De esto no cabe duda. Tanto, y tiembla de miedo mi pluma al escribirlo, que ella –la derecha dolarizada y perfumada- se ha apoderado del 75% de la opinión nacional, al menos, convirtiendo al país en un poderoso enclave mental del totalitarismo, no al estilo de la Europa fascista, sino al del impuesto con disimulo por el capitalismo absoluto del Viejo y el Nuevo Mundo que pone a su servicio incluso a las religiones. No lo duden: Colombia es la reina de la derecha latinoamericana, su lesbiana compañera de alcoba y amiga preferida, relación que perfecciona con la sumisión al Imperio que encubre mediante tratados o convenios firmados dizque soberanamente cuando se sabe que los autógrafos de sus autoridades los ponen manos entreguistas guiadas por el vocacional colonialismo histórico que la manda desde hace más de dos siglos. Sí, el pasado 30 de mayo millones de sufragantes lo materializaron en las urnas al dar el primer paso para lograr la realización política, sin decirlo, de la constitucionalmente prohibida segunda reelección de Álvaro Uribe Vélez con el nombre de Juan Manuel Santos, que hizo sin pudor el papel de Muñeco de Ventrílocuo de aquél al repetir con su voz de amo en anuncios radiales y televisivos la consigna demencial de “seguridad democrática”, salida en verdad de la garganta de hábil prestidigitador semejante al personaje de la telenovela “En cuerpo ajeno” que hablaba a través de una prestada. Esta meta ha sido conquistada mediática y financieramente por la derecha al hipnotizar con sus fobias ideológicas y éticas durante 20 años por lo menos al 75% de la opinión pública nacional que doblegada por el aluvión de las primeras planas de los grandes periódicos nacionales y la estridencia vociferante de la radio y televisión, no tuvo opción distinta que la de adoptarlas y entregarse de rodillas a las querencias de sus dueños, consiguiendo que la gente incauta respaldara sus propósitos. El 25% restante de esa opinión, formado por la poca izquierda que le queda al disminuido PLC, la colectiva del PDA y por algún otro sector que la profese, es la fuerza de arranque contra Santos, muñeco de ventrílocuo de Uribe. Bien poco parece, mas la frase de que “no hay acción que aunque pequeña sea la continuidad no la haga grande”, me guía para seguir combatiéndolo. *Abogado, catedrático, ex Representante, ex Senador, ex Gobernador, ex embajador ante la ONU. jangossa3@gmail.com
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