Columna


No esperemos el próximo milagro

RODOLFO E. DÍAZ WRIGHT

30 de julio de 2009 12:00 AM

RODOLFO DÍAZ WRIGHT

30 de julio de 2009 12:00 AM

Milagro de Dios o de uno de los tantos Santos y Vírgenes patronos de la ciudad, lo cierto es que el accidente del K-FIR viene a ser realmente un perentorio llamado de atención sobre los problemas de tener un aeropuerto dentro de una ciudad, que crece a grandes ritmos precisamente alrededor y más allá del aeropuerto. No podemos quedarnos en los aspavientos y comentarios de que nos salvamos, y continuar esperando que Dios venga a ayudarnos en futuras ocasiones, cuando cada día tenemos más evidencias de un problema de vieja data, en el que las voces de dos generaciones de cresperos han sido sistemáticamente acalladas por dos generaciones de dirigentes protectores, para quienes la competitividad estriba en que los aviones descarguen los pasajeros en las mismas puertas de los hoteles y sitios turísticos. Muchos han sido los argumentos rápidamente desechados, o ni siquiera tenidos en cuenta, cada vez que se da la discusión sobre las implicaciones y efectos del aeropuerto dentro del barrio. Veamos algunos de los más importantes por sus efectos: En marzo de 1997, el Ministerio del Medio Ambiente, en resolución # 200 recomendaba a la Aerocivil, tomar las medidas para que en un plazo de 10 años se procediera a la reubicación del aeropuerto, ante la imposibilidad de poder seguir operando con los niveles de ruido, mayores a 110 decibeles, que venía generando y las necesidades de crecimiento en las operaciones diarias. Mientras que las autoridades hacen grandes esfuerzos por silenciar “picós” y sitios ruidosos, el aeropuerto, sin que nadie le pida cuentas, viene afectando a toda una comunidad de más de 50.000 habitantes, con más de 110 decibeles que son casi permanentes ante el aumento del número de vuelos. Hace dos años fue necesario que el aeropuerto privatizara la tercera avenida de Crespo y la usara como vía de acceso al terminal, ante requerimientos legales de vías de entrada y salida del aeropuerto. Este fue un golpe certero a la movilidad del barrio en un sector ya de por si complicado en su tráfico. Hace poco se prohibió la pesca en la salida de la Bocana, y se disparan, a casi cualquier hora, grandes recámaras de pólvora para ahuyentar a las aves cuyo hábitat natural es y ha sido la Ciénaga de la Virgen y que en sus vuelos cruzan el área de operación. Los tanques de combustible en pleno Barrio Militar han desvelado durante años a los vecinos del sector. La base de Aviación Naval, en la calle 73, no solo se adueñó de ésta, sino que además instaló trincheras de bultos de arena hasta en los jardines de las casas vecinas y como si fuera poco, tienen día y noche un helicóptero loco sobrevolando el barrio o en mantenimiento en tierra, con el consiguiente e insoportable ruido. ¿Será que un Aeropuerto con tantos problemas es el sitio propicio para ensamblar y probar aviones supersónicos de guerra? ¿Será que también vamos a prohibir el tráfico de vehículos y personas por el anillo vial? ¿Y a acabar con las aves de la ciénaga? Tantas y tan complicadas preguntas ameritan un debate más juicioso, que vaya más allá del simple argumento de la distancia del aeropuerto a la ciudad. **Ingeniero, Abogado, Presidente Asocrespo rodolfodiazw@genteyltda.com *Rotaremos este espacio entre distintos columnistas para dar cabida a una mayor variedad de opiniones.

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