Pocos indagan por qué Colombia es proclive a considerarse y ser estimada como la mejor amiga y aliada de EE.UU., a pesar de que tal norte por excluyente viola la integración latinoamericana que la Constitución manda. Tal actitud contra esta enoja de veras y ahora, con motivo de las 7 bases militares suyas que aquí se instalarán, estimula mi interés por conocer la presencia dolosa de dicha tendencia en la memoria nacional. Intentaré responder tal interrogante que no deja de taladrarme histórica y políticamente. Como liberal y constitucionalista admiro con pasión la independencia nacional y las instituciones de EE.UU., bases de la primigenia democracia representativa superada hoy por la participativa que nacida del progresismo ideológico avanza sin pausa. Mas no respecto del dominio ejercido por sus gobiernos sobre Latinoamérica y nosotros en particular, pues como guías de tan fuerte Estado y negando sus nacionales raíces humanísticas han perturbado gran parte de nuestro desarrollo soberano. Distingo lo uno de lo otro para salvar mis irrenunciables principios, reconocer su identidad con los que al comienzo fueron brillantemente también los de EE.UU. y condenar sin ambages sus abusos como Estado imperialista. Históricamente parte de nuestra clase dirigente atraída por Inglaterra de ella fue subalterna en el siglo XIX y hoy no oculta serlo de EE.UU., simpatía ciega hacia lo externo que aquí ha causado indigna política de Estado. Sus miembros en vez de honrar han humillado a Colombia al pregonar abierta o soterradamente su solidaridad con los imperialismos del Albión de ayer y EE.UU. de hoy. Lo prueban casos aberrantes como cuando de aquella en el siglo XIX quisimos ser protectorado y en el XX fuimos el único país latinoamericano, violando la unidad subcontinental, en no apoyar a Argentina durante la guerra de las Malvinas. Y respecto de estos cuando tuvimos también en el XIX la intención de ser uno de sus Estados federados, disimulada ahora bajo el nombre de Plan Colombia y las 7 bases militares. Esa insana tendencia de ayer y de hoy maneja con mano invisible al presidente Uribe y algunos sectores del PLC, presuntamente de Oposición, en su apoyo a la instalación de la citadas bases castrenses, disfrazada con la consigna de luchar contra el terrorismo, extendido indiscriminadamente a todo pensamiento contrario al derechismo de quienes asumen sus odios como mesiánicos mandatos del destino. Hitos desagradables de esa malsana vocación se hallan en hechos históricos y figuras del liberalismo y conservatismo colombianos, de los que hablaré en próximas columnas con el fin de que los lectores se formen un criterio correcto sobre el particular, útil como pauta para más completas investigaciones. Por mi parte nunca haré el dependiente papel de cuadrarme como colono cuando suenen las notas del himno yanqui, como con disimulo muchos ya lo hacen creyéndose patriotas más del Imperio que de Colombia. Lo haré solo al oír la gloriosa música de Sindici, alma del himno nacional metida en la mía, cantando con mi voz cascada de orador radical en reposo los buenos de entre los muchos pésimos versos de Núñez su autor y musitando apenas los poéticamente malos, que son los más, para que la gente crea que me los sé. *Abogado, catedrático, ex Representante, ex Senador, ex Gobernador, ex embajador ante la ONU. jangossa3@gmail.com
NOTICIAS RECOMENDADAS
Comentarios ()