Columna


Oportunidad de renovación

JUDITH ARAÚJO DE PANIZA

21 de febrero de 2010 12:00 AM

JUDITH ARAÚJO DE PANIZA

21 de febrero de 2010 12:00 AM

La Cuaresma es una oportunidad de renovación física, mental y espiritual, a través de la oración, el ayuno y la limosna, de manera individual y colectivamente, en unión con la Iglesia Universal. Son cuarenta días antes de la Semana Santa en los que nos revisamos a nosotros mismos a la luz del Evangelio para cambiar lo que necesite ser cambiado, reforzar lo que deseamos conservar y eliminar los malos hábitos o realidades que nos alejen del proyecto de vida de Dios para nuestras vidas. En medio de nuestra libertad es necesario reconocer en las enseñanzas cristianas lo que nos hace mejores personas y lo que ayuda a la construcción de una sociedad de acuerdo a las Leyes Divinas, en la que reinen la justicia, la paz y el amor. Para que nuestras acciones sean eficaces es indispensable permitir la acción de la gracia que Jesucristo ganó para nosotros por medio de su cruz y resurrección y que actualiza a través de los sacramentos. Si aprovechamos el tiempo para la oración y la meditación, nuestras almas establecen una relación más directa con Dios que conduce a armonizar el desarrollo de nuestros talentos y de nuestras aspiraciones con el cumplimiento de Su voluntad en medio de unas relaciones de fraternidad más estrechas con los demás. El ayuno ayuda a vivir un poco desapegados a las cosas terrenas, para vivir más intensamente la dimensión espiritual. Nos ayuda a relativizar un poco lo temporal y a fascinarnos con las posibilidades infinitas de lo espiritual. A veces convertimos a nuestros vientres en ejes de nuestro bienestar y conviene comprender “que no sólo de pan vive el hombre, sino de toda Palabra que sale de la boca de Dios”*. Esa pequeña renuncia que hacemos libremente, el ayuno y a la abstinencia en días especiales, nos abre más a lo que perdura y abre un poco el entendimiento a las cosas de Dios, pudiendo contribuir mejor a sus planes divinos. La limosna no se refiere sólo a unos pocos pesos que le damos al necesitado. Es algo mucho más de fondo, es interesarnos realmente por el bien ser y bienestar de los demás, que irradiemos lo que Dios nos haya dado en bienes materiales, emocionales y espirituales, para sembrar sus semillas de amor, que su gracia hará germinar en frutos abundantes. Dios nos regaló un mundo maravilloso que no hemos sabido administrar, creemos que los bienes son escasos y por tanto entramos en el mecanismo de retenerlos por el temor a que se acaben y por el contrario, los bienes con los que Dios nos dotó son abundantes y la forma más eficaz de multiplicarlos es compartiendo y generando progreso a los demás. Nos vienen épocas electorales, tiempo muy importante para nuestra patria porque escogemos a quienes manejan los destinos de nuestro país. Ojalá aprovechemos esa toma de conciencia personal de la Cuaresma para hacer buenas elecciones en las que escojamos a personas que no busquen el poder y el enriquecimiento personal, sino que sean honestas, capaces, serviciales, que deseen el bien común y contribuyan con la sociedad y que puedan decir como Jesucristo: “Sólo al Señor tu Dios adorarás y a El sólo darás culto”*. *(Lc 4, 1-13) *Economista, orientadora familiar y coach personal y empresarial. judithdepaniza@yahoo.com

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