Columna


Otra vez la tragedia

ALFONSO MÚNERA CAVADÍA

20 de enero de 2010 12:00 AM

ALFONSO MÚNERA CAVADÍA

20 de enero de 2010 12:00 AM

Hace algo más de cinco años, en esta misma columna, publiqué un artículo titulado “La Tragedia de Haití”. Comenzaba recordando que en un breve escrito del año de 1969 el novelista inglés Graham Greene decía que: “Hay algo peculiarmente romano en el aire de Haití: romano en su crueldad, en su corrupción y en su heroísmo…;” y luego agregaba que la historia de este país bajo la dictadura de Francois Duvalier era “trágica, aterradora, bizarra, y a veces, incluso, cómica: Papá Doc sentado en su baño, con su sombrero de copa que usaba para meditar: la cabeza de su enemigo Philogénes puesta sobre su escritorio…;” Greene tenía toda la razón. Trágica y aterradora ha sido la vida de la mayoría de los haitianos, y no sólo bajo el mandato de Papa Doc, sino a lo largo de su historia. Incluso antes del sismo que destruiría el país, las cifras resumían la profundidad del sufrimiento: 80% de su gente vivía en la extrema pobreza, el 70% de quienes podían trabajar no tenía empleo, más del 50% presentaba signos de desnutrición y la expectativa de vida, de tan sólo 51 años de edad, era la más baja del continente. Haití vive su peor tragedia, al menos de los tiempos recientes. En los últimos días el mundo ha contemplado las consecuencias de un terremoto en un país asediado por la miseria, que carece de lo más elemental: imágenes aterradoras de sus muchos muertos tirados en las calles, la capital reducida a escombros, los miles de niños huérfanos y abandonados, sin que nadie se pueda hacer cargo de ellos, y el sufrimiento colectivo de millones de haitianos que no tienen que comer. ¿A qué se debe tanta desgracia que no acaba? La respuesta hay que buscarla en dos hechos al menos: el primero, las consecuencias de la dura conquista de su independencia, que llevó a un ejército de esclavos a derrotar al poderoso imperio militar de Napoleón, a declarar la abolición de la esclavitud, y a instaurar la segunda república en territorio americano el 1 de enero de 1804. Este gesto triunfante de la dignidad humana lo pagaron muy caro los haitianos. La tierra quedó arrasada, y lo que fue la más próspera colonia de finales del siglo XVIII se convirtió en ruina y desolación, con el agravante de que el país fue sitiado por las grandes potencias de la época, que temían que su ejemplo “contaminara” a los esclavos de otras naciones. El segundo, el gobierno repetido de una élite corrupta e inmoral, que con muy pocas excepciones, se lo ha robado todo a lo largo de estos dos siglos, con la complicidad de los grandes imperios. Esta aristocracia de mulatos y de algún que otro negro, como Papá Doc, el dictador monstruoso, ha cultivado unos finísimos modales europeos y ha recreado en la isla un pequeño círculo que vive en medio de grandes riquezas, pero que al mismo tiempo ha sido criminalmente indolente a la suerte de la gente humilde. La historia se ha repetido una y otra vez: un mulato ilustrado asciende al poder, prometiéndole al pueblo toda clase de reformas, y una vez está arriba se niega a renunciar al gobierno, monta un régimen dictatorial y se dedica a enriquecerse y a enriquecer a sus amigos, hasta que la situación es insostenibles. Entonces sube otro que casi siempre resulta peor que el anterior. ¿Cuándo saldrá Haití de este círculo infernal? ¡Pobre país! *Historiador. Profesor de la Universidad de Cartagena.

Comentarios ()

 
  NOTICIAS RECOMENDADAS