Columna


Paradojas de la vida

JOSÉ FÉLIX LAFAURIE RIVERA

18 de julio de 2009 12:00 AM

JOSÉ FÉLIX LAFAURIE RIVERA

18 de julio de 2009 12:00 AM

La leche pasteurizada parece no ser un buen negocio para la industria procesadora, ni la leche en polvo. Le interesan los yogures, quesos y otros derivados lácteos, porque ganan más con ellos. Extraña que un país que produce 6.500 millones de litros de leche al año, su población, especialmente la pobre, tenga que privarse de su consumo. Solo la toman los ricos, cuando estos pueden comprar queso, yogurt o un litro de leche ultrapasteurizada. La comercialización de la leche cambió: se requiere menos logística de transporte y no se requiere frío. Hace 10 años, para llegar a las tiendas, estas debían tener neveras, y se reemplazaba la leche cada dos o tres días. Pero con la leche de vida larga, no hay disculpa tecnológica para no llevarla a los sectores populares, porque dura hasta seis meses. Las ventas de la industria devela su estrategia de negocios. Según la Encuesta Anual Manufacturera del DANE (2000–2006), la participación de las ventas de leche líquida dentro de los productos lácteos procesados por la industria disminuyó de 45% a 37% en dos años. Lo mismo ocurrió con las ventas de leche en polvo: pasaron de 21,5% a 19%. Las ventas de yogurt aumentaron su participación de 10 a 12%; las de quesos, de 7% a 8,6%, y las de otros productos lácteos, de 17% a 23,3%. Los ganaderos, con más productividad, aumentaron la producción en 780 mil litros, de los cuales la industria absorbió 511 mil. El resto fue al mercado informal. Es paradójico: los ganaderos producen más y ganan menos, pero los procesadores venden en los nichos de mayores utilidades, no las redistribuyen en la cadena aunque su proveedor esté al borde de la quiebra. Esto confirma las tendencias en el consumo per cápita de leche. En los estratos altos, no solo es mucho mayor (166 litros/año), sino que la industria procesadora contribuye a la concentración del consumo. Entre estos dos años, el consumo en éste estrato aumentó en 24 litros; el del estrato medio pasó de 70,6 litros/año a 82,1 litros/año (11,4 litros más); y el del estrato bajo, sólo subió 4,5 litros (30,1 a 34,9 litros al año). En ese mismo período la población colombiana creció en 3,1 millones de personas. ¿Qué pasará en los próximos seis años, cuando nuestra población aumente en proporción similar? Está bien darle mayor valor agregado a los productos para generar mayor ingreso, pero la desigualdad social no se mide sólo en proporción a la diferencia de ingresos o de patrimonio. También, en la restricción de oportunidades para acceder a la educación, salud y alimentación. Aquí prima la generación de valor agregado para los accionistas, sin importar lo demás. Sí la ingesta de leche de los colombianos llegara al nivel de consumo por persona recomendado por la FAO, tendríamos que producir 8.100 millones de litros al año, un 25 por ciento más que ahora, pero no tendríamos cómo hacer que le llegue a nuestros compatriotas de menores recursos. Estamos condenados: mal, si se produce leche; y mal, si no se hace. Allí hay un espacio y una sindéresis social y económica –si se quiere–. Paradojas de la vida. *Presidente ejecutivo de Fedegán

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