Columna


Pescado

AUGUSTO BELTRÁN PAREJA

18 de julio de 2009 12:00 AM

AUGUSTO BELTRÁN PAREJA

18 de julio de 2009 12:00 AM

Con la mención que hicimos del pescado como protagonista de sentencias sobre la actividad económica, algunos amigos y lectores nos comentaban injustas imputaciones al animalito. No son pocas las alusiones en distintos campos de la vida en sociedad. En los bíblicos relatos destacan un weekend que pasó un tal Jonás emparrandado, inventándose lo de la ballena para llegar a su casa. Lo malo fue que pretendió meternos a todos ese cuento. La literatura trae una ballena blanca hecha pasión y novela. Otra expresión de frecuente uso es la que identifica peces gordos con mafiosos y corruptos. Queremos rechazar esa perversión que perjudica a un indefenso ejemplar de la fauna acuática, así como intentar defensa de los gordos. Pero al pescado que queda no lo perdonan mansalveros y alcatraces en la estratégica bocana, porque ya ni un taco de dinamita perturba las tristes perspectivas que ofrecen nuestro mar y nuestra bahía. “Como pez en el agua” lo usamos con frecuencia para elogiar a alguien que se desenvuelve con eficacia en una posición o actividad. También a quienes se precipitan a responder insinuaciones sin ser directamente aludidos, se les dice “el que se escama, es porque es pescado”. Observación elemental y folclórica, pero impactante. En las proximidades de Cartagena el pescado era abundante y variado, pero, las redes de arrastre y el fango del Canal del Dique, acabaron con esa fauna. La cosa ha llegado a extremos increíbles: el róbalo en filete que venden nuestros supermercados no es tal. Es reemplazado por una especie vietnamita, con sabor neutro y buena textura, que se llama Basa, como nuestro campeón de Box. Este nuevo Basa viene de muy lejos, pero el sabor solo se lo dará una buena salsa. Con los pescados de río se presenta un fenómeno similar. La mojarra lora, el bagre, y el moncholo, el coroncoro y el bocachico van camino a la extinción. Hasta en Gambote venden bocachicos que saben diferente. Se trata de peces que bailan tango. Pueden ser más grandes y más pesados, pero les falta sabor. Cuando estamos incómodos y apretados en un recinto recurrimos a las sardinas en lata. Siempre lo recordamos cuando tenemos huéspedes, por aquel apunte de que éstos como el pescado: huelen mal desde el día siguiente. Pero como están las vainas para ver alguno habrá que ir al acuario de las Islas del Rosario. Ojalá en esta Cartagena sin peces, se preserve un agradable centro de pescadores deportivos, que también es foro de inquietudes intelectuales y sabrosa conversación. Nuestro folclor tiene porros y bullerengues que cantan al pescado. Es conocida la versión de un hombre que “solo come pescado” y termina con un coro pegajoso sobre el patacón pisao. Hace algunos años Emilia Herrera logró colocarse en el hit parade con un bullerengue al coroncoro. Sobre este pescado, que según los habitantes del Dique tiene parecido al miembro viril, se presentó un pasaje simpático. Hace años llegó una joven maestra, petulante y creída, a Evitar, en Mahates. Con los días accedió a requiebros y pretensiones de un enamorado y se dieron fecundas repercusiones imposibles de ocultar, que originaron un bullerengue picante que decía: Ay maestrica de oro ¿Qué le pasa en la barriga? Fue un sancocho de coroncoro Que se comió boca arriba. *Abogado, Ex Gobernador de Bolívar y Ex parlamentario. augustobeltran@yahoo.com

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