Nadie disfrutó tanto los errores del Comité Promotor del Referendo y las trastadas en el trámite del proyecto de ley que lo formalizaba como Juan Manuel Santos. Entre una lambonería y otra, anteponía el interés de Uribe por hacerse reelegir a su desaforado afán de troncharle la pretensión. Se alegró como un niño ante un juguete el día en que el Senado cambió la redacción del texto equivocado. Calladito y burlón, consideraba los epítetos de los críticos más violentos de la reelección como caprichitos de señora. Los quería más recios y demoledores. Jugando a la abyección, repetía su sonsonete en cada entrevista: “Sólo si el Presidente no es candidato entraré en la competencia. Antes no”. Pero si pasaba por el Palacio de Justicia miraba hacia la Corte Constitucional y decía: “En voz confío”. Por ello, un día su chofer le preguntó: “Doctor Juanma, ¿por qué siempre que cruzamos por aquí se acuerda usté del Sagrado Corazón de Jesús? –Es que aquí, Eustorgio, en este monumental Palacio de Justicia, hay un Corazón de Jesús de carne y hueso de nombre Humberto –respondió–. –¿No lo crucificarán los del M19 que quedan por ahí? –volvió a preguntar Eustorgio–. –Nunca –replicó Santos– porque es de apellido Sierra, y será él quien corte, con los dientes afilados de ese apellido, la ambición descomunal de un trapecista obstinado que se interpone en mi camino. –Entonces –exclamó Eustorgio– yo también confiaré en él, porque de que le sigo manejando a usté le sigo manejando. Yo sé dónde y qué clase de vehículo. Gracias al embuste de que no hubiera querido que la Corte negara la reelección, hoy será elegido Presidente de la República. En Cartagena, hace una semana, le dijo otro embuste al ex gordo Carlos Figueroa: que él (Santos) no reemplazará a Uribe sino que lo sucederá. Un lugar común que repiten los loros y los sapos en todas partes. Siguió jugando a la abyección. Pero cree, cuando está solo, que los éxitos militares de Uribe se debieron a él como Ministro de Defensa, y que sus realizaciones como Ministro de Comercio y Hacienda relegaron en la historia al doctor Schajt y a don Esteban Jaramillo. Un vanidoso de semejante calibre no reconoce a nadie por encima, excepto que un interés vital lo obligue a doblar el espinazo. Recuerdo la pregunta irónica de Pilatos sobre la verdad. Fue de una perversidad tan notoria que Erich Fromm la invocó como ejemplo del buen uso de la duda para descifrar, a través del lenguaje, el tono, las muecas y la risa desdeñosa de las personalidades extrañas o chocantes, si sus dueños son auténticos o falsos. De haber escuchado las alusiones de Santos a Uribe, Pilatos se las habría ingeniado para escrutar en forma pormenorizada el proceso inconsciente del flamante candidato con el fin de enterarse si racionalizaba o no lo que decía, o sea, si no mentía. Terminado el escrutinio, lo hubiera reprimido como a cualquier otro samaritano. Menos mal que Uribe, que no difiere de Pilatos en lo del lavado de las manos, sueña con vivir, de ex presidente y en la compañía de Mao, su mascota (raro que no lo llamara Adolfo ni Benito), entre ríos, aves y montañas, lejos de la metamorfosis que presiente en el numen y en la carnadura de su sucesor. *Columnista y profesor universitario carvibus@yahoo.es
NOTICIAS RECOMENDADAS
Comentarios ()