Columna


Plutocracia

JORGE ENRIQUE RUMIÉ

12 de marzo de 2010 12:00 AM

JORGE RUMIÉ

12 de marzo de 2010 12:00 AM

Doña Tulia Nisperusa trabaja incansablemente por su familia y lo hace desde el mismo amanecer de su ímpetu, hasta el propio anochecer de su cansancio. Tiene 3 críos pequeños, un marido algo dedicado y una casita rebuscona alquilada con el sudor de su humanidad. La señora se queja por el esfuerzo que debe hacer para salir adelante y muchas veces le dan ganas de tirar la toalla. “Imagínate”, decía el otro día, “para que vean mis líos: los pelaos andan por ahí desnutridos, con el cuerpo lleno de ronchas y enfermos por la mosquitera del barrio. Armandito, mi marido, de cosa encuentra trabajo en las marañas baratas del vecindario, y para rematar el otro día casi me muero por la falta de atención médica en un hospital para pobres. Entonces, ¿cuál es la vaina del Gobierno?” Las quejas de doña Tulia tienen la contundencia de una validez sin discusión. Sin embargo, poco relaciona su condición con el hecho de que ella nunca vota en días de elecciones. Es escéptica por naturaleza, y no comprende el poder inmenso que puede tener elegir unos gobernantes serios, honestos y bien intencionados. Tira a la basura la oportunidad que le brinda la democracia para impulsar su propio progreso. Por el lado de Armandito, la cosa es peor, porque este domingo tiene una cita a las 7 de la mañana con un “pulla ojo” del vecindario que le prometió unos pesitos a cambio de su voto para un candidato marrullero. Esa es la tragedia de nuestra medio, ven la ganancia en el momento, sin valorar las consecuencias nefastas de largo plazo para su vida. La politiquería se alimenta inmisericordemente de nuestra pobreza, y la maleza de nuestra ignorancia impide el florecimiento verdadero de la democracia. Cuenta la revista Semana que “los ríos de dinero que se mueven en las campañas al Congreso podrían convertir a Colombia en una plutocracia electoral, en la que sólo serán elegidos los candidatos con más plata”. La verdad, recortando la palabra plutocracia por “Pluto”, diría que nuestra democracia podría elegir fácilmente al personaje de Walt Disney; porque ideas poco se necesitan. Según vemos, sólo se requiere financiación para la compra de votos. Dicen los entendidos que una campaña para la Cámara puede valer unos $2.000 millones y una para el Senado puede costar hasta $5.000 millones, en ambos casos cuando no existe voto de opinión. Esto tiene sentido, según las últimas cotizaciones en bolsa del mercado electoral para la compra de votos, con precios que oscilan entre los $40.000 y $70.000 la unidad, o el “gran combo” de los $100.000, que te garantiza el 2 en 1 para la Cámara y el Senado. De ahí viene la famosa cooptación de nuestro sistema político colombiano, con gobernantes en “cuerpo ajeno” empeñados hasta el alma por sus patrocinadores, y fuera de ello amparados por una sociedad que cada día sanciona menos en lo moral o lo ético. Mientras tanto, los estratos 4, 5 y 6 se esconden en el abstencionismo, como el avestruz, pensando que el país aguanta todo y las cosas se solucionan solas. ¿Qué podemos hacer? Pues mucho, si cada uno lleva amarrado a dos parientes abstencionistas para que voten. Y que lo hagan bien, carajo. Revisando, encontraremos muy buenos candidatos. *M.A. Economía, Empresario jorgerumie@gmail.com

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