Columna


Pobres e indigentes

ÓSCAR COLLAZOS

29 de agosto de 2009 12:00 AM

ÓSCAR COLLAZOS

29 de agosto de 2009 12:00 AM

El Dane y el gobierno parecían satisfechos por la ligera reducción de los índices de pobreza e indigencia. Pero no es motivo de satisfacción gubernamental reconocer que en Colombia hay veintiún millones de pobres y 8 millones de miserables. Sería revelador conocer el impacto de Familias en Acción, el programa bandera del gobierno. Saber, por ejemplo, en qué medida cambió la situación de miseria de las familias beneficiadas y en qué se gastan lo que el programa ofrece para educación y alimentación de los niños. El programa asistencialista puede llegar a una cobertura de 3 millones de familias al final de este año. No sé si los economistas han empezado a hacer cuentas y a medir el impacto que tendrán estos desembolsos en la reducción de la miseria, pues estamos hablando de familias por debajo de la línea de pobreza. Esta es una información que debería ofrecernos el Dane. Deberíamos saber en qué trabajan los veintiún millones que ganan más de un salario mínimo, cuál es el empleo que los mantiene haciendo maromas en esa línea de flotación y qué seguridad laboral tienen para remontar la cuesta y no descender al territorio de los indigentes. Deberíamos saber cuántos millones de colombianos incluidos entre los pobres que devengan más de un salario mínimo hacen trabajos informales sin prestaciones sociales. Saber también si los 8 millones de indigentes tienen posibilidad de acceder algún día al mercado laboral y conquistar el peldaño que los convierta en pobres. ¿Hay movilidad social, pa´rriba o pa´bajo? No soy economista. Hago estas preguntas desde el sentido común. El mismo que me lleva a pensar que no está mal que el gobierno subsidie a las familias más pobres para que dichos subsidios vayan a la educación y alimentación de sus hijos, pero también a sospechar que el desembolso multibillonario (¡multibillonario!) ofrecería resultados más duraderos en inversiones productivas. Por ejemplo, en la creación de microempresas que den trabajo seguro y digno a millones de cabezas de familia que ahora, sin hacer nada, agradecen al padrecito Uribe la ayudita que les da para pagar las deudas contraídas con el pariente o con la tienda de la esquina. La mayoría de esas familias vive fuera de la economía formal. Si me equivoco, que me corrijan, pero con cifras confiables. Unos son desplazados, otros son sus parientes, sobreviventes de la miseria enquistada en las periferias urbanas. Al cabo de cuatro u ocho años, digamos que al cabo de un reinado de doce, los subsidios no habrán cambiado el fondo del problema sino aliviado un poco la forma de vivir miserablemente. Cuando el Dane haga otra medición o cambie el método para acomodarla al deseo del gobernante, podríamos saber si la gratitud de las Familias en Inacción Laboral ( FAIL), se debe al cambio de su humillante condición económica. De todas maneras, ya habrán expresado su gratitud votando por el padrecito que les dio la ayudita y por los intermediarios que tiene en la cadena clientelista. *Escritor y periodista. Doctor Honoris Causa en Literatura. Profesor Invitado Universidad Tecnológica de Bolívar. salypicante@gmail.com

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