Columna


Poder y locura

JORGE ENRIQUE RUMIÉ

31 de julio de 2009 12:00 AM

JORGE RUMIÉ

31 de julio de 2009 12:00 AM

Alguna vez le preguntaron a Albert Einstein sobre las posibles consecuencias para la humanidad en caso de una tercera guerra. Y mientras se rascaba su cabellera blanca, contesto?: “La verdad, señor periodista, no sabría que? responderle. No obstante, lo que sí puedo asegurarle es que la siguiente guerra mundial será con arcos y flechas.” Según los historiadores modernos, nunca estuvo más cerca el planeta de una guerra atómica, como en la crisis de los misiles de Cuba en octubre de 1962. Quienes vivieron aquellos días, recuerdan cómo la tensión se apodero? de cada rincón de la tierra. Mientras una parte del planeta contenía la respiración, esperando el desenlace final, la otra rezaba a gritos con su religión correspondiente, cruzando los dedos. Y bueno…; nunca faltó quienes aprovecharon aquellos tiempos para convencer a su novia indecisa y hacer sus cositas, porque el mundo se acabaría inevitablemente. De la crisis del 62, quiero traer una anécdota, un detalle, simplemente para mostrarles la capacidad que tiene el poder para enloquecer a los gobernantes, y de paso, algo sirve para evaluar nuestra actualidad latinoamericana. La historia se inicia cuando Nikita Jruschov (Kruschev) le propone a Castro la instalación secreta de una cantidad importante de misiles nucleares en Cuba, con el argumento de defender la isla. Fidel y el Che aceptan gustosos, pero desconocen las intenciones reales de los soviéticos. Como los americanos escudriñaban a Cuba con la misma acuciosidad de una madre buscando piojos en la cabeza de su hijo, en septiembre del 62 detectan los movimientos militares en la isla, y ya en octubre 16, mediante fotografías aéreas de un avión espía U-2, descubren los cohetes. Estalla el conflicto. En octubre 22 el presidente Kennedy se dirige al país por televisión y anuncia el bloqueo naval de Cuba. El mundo se entera en ése instante de que estamos al borde de una guerra atómica. Pero la película continúa, porque mientras Kennedy aparece en televisión, otras 23 naves de la URSS se dirigen a la isla con más armamento nuclear. En aquellos momentos la ONU era un ring. La guerra fría se convierte paulatinamente en un hervidero terrible, donde lo único sensato era apretar las nalgas y esperar en el sótano de una casa. En octubre 27 sucede lo peor: los soviéticos derriban un avión americano, y aprovechan para mostrar sus cartas. Todo era una jugada (patraña) para intercambiar sus cohetes en Cuba por los instalados en Turquía por los americanos. Los gringos aceptan y los cubanos desconocen el pacto, hasta el momento. Pero mientras acontece lo anterior, “Fidel telegrafió a Jruschov que en caso de una invasión norteamericana por tierra, esperaba que Moscú lanzara previamente los misiles; le aseguró que tanto él como su pueblo estaban preparados para morir en combate”, dice textualmente el periodista Jon Lee Anderson, en su biografía del “Che”. Jruschov se cae de su escritorio, no lo podía creer. Piensa que es un error de traducción, pero su Canciller Gromyco lo confirma sorprendido: “Camarada, el hombre está loco. A quién se le ocurre autorizar la tercera guerra mundial”. A los siguientes días el Che ratifica la posición a un periodista británico: “Cuba hubiera disparado los misiles”. *Economista, Empresario jorgerumie@gmail.com

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