Columna


Politización internacional de la justicia

GERMÁN DANILO HERNÁNDEZ

14 de julio de 2009 12:00 AM

GERMÁN DANILO HERNÁNDEZ

14 de julio de 2009 12:00 AM

La figura de mujer con ojos vendados, con una balanza y una espada, sigue siendo el símbolo universal de la Justicia: imparcialidad, equidad y la dureza con que debe ser impartida, pero la realidad dista mucho del ideal. El poder judicial, como base fundamental en la estructura del Estado, pretende en apariencia la independencia frente al resto del poder público, y que nadie quede por fuera de sus designios. En la práctica, a este sector le ocurre lo que a su símbolo: no es lo que representa, imparcial ni equitativa, y su dureza es selectiva. La justicia se ajusta a los sistemas de poder, sin importar su orientación ideológica, para proteger a las élites y neutralizar a quienes amenazan al “status quo”. Que esté del lado del delito y la corrupción, tampoco ha sido excepcional en la historia. En el imaginario popular se afianzo que “Justicia es para los de ruana”, para explicar que sólo llega a los pobres, porque ricos y poderosos no son tocados. Eso no es tan cierto: adinerados y poderosos han ido a prisión por transgredir la ley, pero ello no evita el sesgo de la justicia. Los modelos de gobierno parecieran incluir en su fortalecimiento, alianzas estratégicas con la justicia. La judicialización de adversarios y la criminalización de la protesta popular, paralela a la absolución sistemática de poderosos, parece la tarea de algunos jueces, espadachines del régimen vigente. En Colombia la justicia tiene su prontuario y cualquier espacio es corto para sus casos aberrantes de injusticias sentenciadas. Como si escasearan los ejemplos nacionales, ahora sobresale cómo la Justicia asume posiciones políticas internacionales abiertas, escudando propósitos de gobierno. Tres botones simultáneos se cocieron para mostrar en el largo vestido de Lustitia, por sistemas judiciales latinoamericanos en los últimos días, en Colombia, Ecuador y Honduras. La orden de captura de un Juez ecuatoriano contra del ex Ministro de la Defensa de Colombia, Juan Manuel Santos, y la solicitud denegada de detenerlo en cualquier parte del mundo por Interpol, muestra cómo la política no solo permea, sino que pone a su servicio a la Justicia. La respuesta colombiana no podía ser inferior a nuestra capacidad demostrada de politización judicial. La demanda pretendida contra el presidente ecuatoriano Rafael Correa en la Corte Penal Internacional por “terrorismo internacional”, equivale a montar a la mujer vendada en un tanque de guerra y mandarla a la frontera. Ni los regímenes de facto escapan al intento de amparar sus desafueros con la majestad de la Justicia. El golpe de Estado contra el presidente de Honduras, Manuel Zelaya, que no parece exclusivamente nacional, busca pasar como constitucional y legal. El poder judicial de ese país cerró filas con los militares y actúa como parte de su artillería. No quedan dudas de que, independientemente de las tendencias de derecha, centro o izquierda de los modelos políticos, su permanencia está soportada en la medida en que tengan de su lado a la Justicia, con su ropaje de legitimidad e imparcialidad, que se asemeja al traje nuevo del emperador, en el cuento de Hans Christian Andersen. *Trabajador Social y Periodista; Candidato a Magister en Lingüística; catedrático Universidad de Cartagena; Consultor en comunicaciones germandanilo@hotmail.com

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