Columna


Por qué no me gusta el vallenato

JUAN CARLOS ENSUNCHO-BÁRCENA

03 de junio de 2010 12:00 AM

JUAN ENSUNCHO BÁRCENA

03 de junio de 2010 12:00 AM

No sé si los lectores sepan con precisión de qué hablamos cuando hablamos de “Leyenda Vallenata”. La mayoría la confunde con el mito de “Francisco El Hombre”. Muy pocos colombianos saben el origen verdadero de semejante leyenda. La leyenda vallenata que da origen al festival, que a su vez contribuyó a la fundación del género musical, es la celebración de una masacre. Si, leen bien, de una masacre. Según el Sistema Nacional de Información Cultural del Ministerio de Cultura de Colombia, que puede ser consultado por cualquier lector con acceso a internet y a Google, la “Leyenda de la Virgen del Rosario”, “Leyenda Vallenata” o “Fiesta del Milagro”, está documentada por Sancho de Camargo, Escribano de Gobernación en la Provincia de Santa Marta, en 1582, quien confirma las declaraciones del gobernador Lope de Orozco en relación con el asalto de los indios Tupes e Itotos a dicha población. Por su parte, el cronista Juan de Castellanos, en sus Elegías sobre Invasión de los Tupes a la Ciudad de Valle de Upar, en 1586, y el alférez José Nicolás de la Rosa, en su libro Floresta de la Santa Iglesia Catedral de la Ciudad y Provincia de Santa Marta, hacen referencia a las manifestaciones de rebeldía de las tribus de la región. Lo que poco se nos recuerda, sobre todo por estas fechas, es que la leyenda instaura por vía divina la supremacía de los españoles invasores sobre los nativos indígenas. La leyenda vallenata nos narra el vergonzoso azote al que fue sometida por su “patrona”, una hermosa indígena llamada Francisca. La ofensa grave llegó a oídos de su Cacique, quien organizó una revancha. El 27 de abril ocurrió el ataque, en el que hubo muerte, quema de viviendas y del Templo de Santo Domingo. Es allí donde “surge de entre el humo y las llamas la figura de la Virgen del Rosario, quien con su manto ataja las flechas incendiarias de los agresores evitando la destrucción del templo”. Es decir, la Virgen toma parte en la contienda, del lado de los colonizadores. Los nativos huyen despavoridos en busca de refugio hasta llegar a la laguna de Sicarare, cuyas aguas envenenan con barbascos y preparan una emboscada a sus perseguidores. Con la ayuda de los africanos esclavizados llegan los soldados de la guardia española, bajo el mando del capitán Antonio Suárez de Flórez, al sitio de la celada. Sedientos y cansados se acercan a beber el agua de la laguna, la cual les causa una terrible intoxicación y muerte. “Una vez más aparece la imagen de la Virgen, quien con su báculo va tocando uno a uno a los envenenados produciéndose así un milagro”. Es decir, que la Virgen salva “milagrosamente” a los invasores. La contienda termina el 30 de abril con la masacre de los indígenas a manos de la guardia española. Por eso pienso que en tierras del Cacique de Upar el heredero del sanguinario conquistador tenía que ser, naturalmente, un paramilitar. Y su canto, el vallenato. Semejante infamia es la que celebraron en Valledupar hace poco. *Escritor y Periodista juanensuncho@yahoo.com *Rotaremos este espacio entre distintos columnistas para dar cabida a una mayor variedad de opiniones.

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