Columna


Pregunta clave

JUDITH ARAÚJO DE PANIZA

18 de abril de 2010 12:00 AM

JUDITH ARAÚJO DE PANIZA

18 de abril de 2010 12:00 AM

Al encontrarnos con Jesús resucitado en las realidades de nuestra vida, nos va a preguntar, como a Pedro, la pregunta clave: ¿Me amas? Ojalá podamos responder también como él: “Señor, tú lo sabes todo, tú sabes que te quiero”*. El evangelio de hoy es fascinante. Los discípulos se fueron a pescar y al amanecer Jesús resucitado los invita a la orilla a compartir con Él. Primero los invita a arrojar nuevamente las redes, al ver que la pesca había sido nula. La pesca se vuelve abundante. Luego le pregunta a Pedro explícitamente por el amor que le tiene. Jesús cura las heridas en el alma de Pedro por las negaciones que hizo sobre Jesús por miedo a la muerte. Tres veces Pedro lo negó. Tres veces Jesús le ofrece la oportunidad de reafirmar su amor. Pedro sabe que el Señor lo sabe todo. No era necesario que Pedro le dijera que lo quería para que Jesús lo supiera. Jesús ve los corazones. Sin embargo Jesús ayuda a Pedro a perdonarse a sí mismo las negaciones al permitirle la expresión verbal del afecto. A partir de ese momento Pedro recobra la confianza sobre sí mismo como seguidor del Maestro y se compromete más con su labor evangelizadora. Hay quienes no acuden al sacramento de la confesión porque argumentan que Dios lo sabe todo, que basta con arrepentirse mentalmente y Él lo perdona. En la pedagogía utilizada por Jesús en esta ocasión, parece confirmar la necesidad de sanar a través de la expresión explícita de palabras de arrepentimiento y conversión. Ya en el evangelio de la semana pasada se nos había revelado la autoridad que Dios otorgaba a sus discípulos para perdonar o retener en su nombre. El fruto no es sólo la sanación sino que el amor y el compromiso con Jesús aumenta. Me parece interesante también la utilización de los verbos amar y querer. Los seres humanos somos capaces de querer pero Dios quiere darnos la capacidad de amar. Sólo podemos amar realmente si estamos en comunión con Él. Él es el amor y la fuente. Jesús parecía estarle diciendo a Pedro que permitiera transformar ese querer en amor, abriéndose a su gracia. Al final le cuenta que llegará al martirio porque será capaz de amar con entrega total por transmitir y vivir el evangelio. En la primera lectura*, los discípulos, con Pedro a la cabeza, son capaces de enfrentar a las autoridades religiosas judías de la época diciéndoles con claridad: “Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres”*. Declaran también que son testigos del resucitado al igual que quienes le obedecen a Dios, porque Dios les concede el Espíritu Santo. Es la obediencia a los mandamientos y a la voluntad de Dios, la que abre la mente y el corazón al Espíritu Santo. En estas épocas electorales, oremos a Dios para que nos ilumine y seamos capaces de elegir a la mejor opción para la Presidencia. Sólo Dios conoce los corazones, las intenciones y los deseos de las personas y sabe quién actúa con más coherencia respecto al bien y a las leyes divinas. Ojalá sepamos discernir de acuerdo a las obras al que sea más obediente a Dios y a sus leyes. El amor a Dios, demostrado en palabras y obras, lleva a comprometerse con amor y entrega a trabajar por el bienestar, el progreso, la justicia y la paz, para beneficio de la mayoría; todo lo demás, la prosperidad, la seguridad, el empleo, la salud, vendrán como consecuencia lógica, si la mayoría de los colombianos contestamos positivamente a la pregunta clave que nos hace Dios: ¿Me amas? Y lo demostramos en la vida cotidiana. Jn 21, 1-19; Hch 5, 27b-32. 40b-41 *Economista, orientadora familiar y coach personal y empresarial. judithdepaniza@yahoo.com

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