Columna


Profundizar en el amor

JUDITH ARAÚJO DE PANIZA

07 de marzo de 2010 12:00 AM

JUDITH ARAÚJO DE PANIZA

07 de marzo de 2010 12:00 AM

Podríamos aprovechar la cuaresma para meditar y profundizar sobre el amor. San Juan nos dice que Dios es amor y que quien ama, tiene a Dios. Al reflexionar sobre el amor, lo estamos haciendo al mismo tiempo sobre Dios, porque es su esencia. En la Encíclica “Dios es amor”, el Papa Benedicto XVI trataba sobre tres conceptos diferentes comprendidos en el término amor: el eros, el filia y el ágape. El eros referido más al mundo de los sentimientos, del deseo, de la atracción; el filia, referido al amor de amistad, de fraternidad, de compartir; y el amor ágape, que es el de entrega total en la búsqueda del mayor bien del amado. El amor ágape comprende, contiene y trasciende a los demás conceptos. Este amor parte de una decisión libre, es el que vive y enseña Jesucristo durante su vida, su muerte y su resurrección, todo dirigido al objetivo de llevar a la humanidad a la salvación para que disfrutara de la vida en abundancia, en plenitud y en felicidad. Imaginemos a un reo que es hallado culpable y sentenciado a morir. Alguien que lo ama mucho decide ofrecerse para pagar su condena y liberarlo de todo el mal interior, de todo el mal causado a otros y transformarlo en vehículo de bondad y amor. Al experimentar ese perdón y esa misericordia, se le restituye su dignidad y empieza esa persona a experimentar una gratitud inmensa que lo lleva a alabar, bendecir y glorificar a la fuente de tanto amor y a comprometerse con el bien de los demás. El ser humano antes de Cristo, no era capaz por sus propios medios de liberarse del pecado, sus actos lo conducían a la muerte de su alma. Cuando Jesucristo murió en la cruz, pagó por todos los males humanos para que quien abrazara su cruz, doblegando su voluntad a la de Dios, pudiera salir limpio y pudiera recibir la gracia que borra el pecado y se llenara de fuerzas para vivir e irradiar el bien y el amor. Un creyente en la confesión encuentra la misericordia y el perdón de Dios y en la Eucaristía participa de los frutos de la redención para morir al pecado y fortalecerse en el Espíritu y, con esos bienes en su corazón renovado, pueda contagiar a los demás del amor de Dios. En las lecturas de hoy*, Dios le manifiesta a Moisés que ha escuchado el dolor de su pueblo y que desea liberarlo. La segunda lectura y el evangelio nos aconsejan a no bajar nunca la guardia, ni confiarnos, sino que sea cual sea nuestra realidad, deberemos estar actualizando nuestra conversión permanentemente, para que nuestra alma no perezca. Abramos nuestro corazón a la experiencia de profundizar en el amor de Dios, Él nos colma con su bondad, su gracia y su ternura, le da verdadero sentido de nuestra existencia dándonos el gozo, la dicha y la paz que sólo en Él podemos experimentar. Repitamos con el salmo: “Bendice alma mía al Señor, todo mi ser a su santo nombre. Bendice alma mía al Señor y no olvides sus beneficios”. *Ex3, 1-8ª. 13-15; Sal 103; 1 Co 10, 3-6, 10-12; Lc 13, 1-9. *Economista, orientadora familiar y coach personal y empresarial. judithdepaniza@yahoo.com

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