Columna


Progreso y retroceso

LIDIA CORCIONE CRESCINI

13 de julio de 2010 12:00 AM

LIDIA CORCIONE CRESCINI

13 de julio de 2010 12:00 AM

Hace diez días, afortunadamente en el barrio Castillogrande, destaparon las alcantarillas. Era un trabajo urgente por el caos que representan estando obstruidas. Todos sabemos que los aguaceros recios, aunque escasos por estos días, cuando caen, vienen con todas las ganas de partir el cielo. Las calles se inundan dejando a su paso, una poza de padre y señor nuestro. Lo curioso es que los trabajadores, en su labor tediosa, pusieron unas bolsas negras sobre los antejardines, para que los sedimentos y residuos no contaminaran la tierra: sobre ellas iban amontonando la porquería. Concluido el trabajo, sacaron cuanta inmundicia aparecía y formaron varias montañitas de lodo revuelto con basura. Hasta este punto todo me pareció agradable, ya que la ciudad merece que se le meta mano y este es un aspecto preponderante para la salud, higiene y buena imagen de Cartagena. Ahora bien, lo triste y destemplado es que hasta la fecha todo ese depósito permanece adornando la cuadra de manera “magistral”. Increíble que estas cosas sucedan. Supongo que los obreros que realizaron este trabajo ya les pagaron, pero como ha vuelto a llover dos veces, las montañitas de porquería se han ido enflaqueciendo con la lluvia y con la incursión intempestiva del agua de la bahía y han ido a reposar nuevamente a las alcantarillas. ¿Quieres que te eche un cuento? El burro murió contento en la puerta del convento. ¿Quieres qué te lo repita? Es la historia sin fin de los trabajos, obras y grandes proyectos a los que les echan mano con ahínco feroz, pero en la medida en que se van realizando, suceden unas cosas extraordinarias: desidia, presupuestos mal calculados, materiales de pésima calidad. Entonces aparece la varita mágica que se llama el taladro para el tape, rompe, destape, repelle. Si bien es cierto que Cartagena necesita proyectarse debido al flujo vehicular de residentes y turistas, también es innegable que necesita empezar por las cosas pequeñas para poder edificar. De fachadas es fácil vivir, eso se hace para agradar a los transeúntes que están de paso. En una empresa por ejemplo, a las recepcionistas, secretarias y personas encargadas de los archivos se les mira como si su trabajo no fuera realmente importante. Estoy segura de que sin ellas, el jefe se volvería paranoico, porque él produce ideas y no puede perder su tiempo en hacer llamadas, archivar, o hacer cartas. Este símil hace referencia al túnel de Crespo, el que puede que sea un proyecto ambicioso, importante y funcional, pero antes de hacer esa transformación, se necesita mirar más abajo, invertir más en la pobreza, educación, vivienda popular y ancianatos. Es una problemática que está latente, que es primordial, inmediata. Estas cosas, se ven pero no se ven, sabemos de su magnitud, están allí gritando: mírenme, escúchenme, ayúdenme, pero a pesar de sus aullidos, se manejan como el ejemplo dado antes. Por supuesto que todos estamos de acuerdo con el progreso, es nuestra ciudad y queremos verla floreciente, pero si damos unos cuantos pasos por los diferentes barrios, incluyendo a los del supuesto estrato seis, nos horrorizaremos: ventorrillos, cacharrerías, estancos, restaurantes, registros de alcantarilla sin tapa, andenes invadidos, desordenados y calles rotas. *Escritora licorcione@gmail.com www.lidiacorcione.blogspot.com

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