No creo que sea justo tildar de tránsfugas a los políticos que se trastean de una a otra de las nuevas agrupaciones políticas a las que sus fundadores han denominado “partidos”. Cuando todavía los partidos tradicionales estaban definidos, también los deslizamientos se daban, sobre todo, del partido perdedor al de gobierno. Nunca se cambiaba un liberal a conservador, si el liberalismo estaba mandando, o un conservador se deslizaba al liberalismo en pleno régimen godo. Quienes daban esos giros no trataban de exaltar ideales, sino asegurar la cuchara. En Colombia hubo casos famosos: el General Tomás Cipriano de Mosquera (1798-1878) en los inicios de la República fue considerado hombre de derecha. Más tarde enarboló la bandera roja y acometió cambios sustanciales en el país. El doctor Rafael Núñez (1825-1894), liberal, cuatro veces presidente, al final de su carrera se apoyó en los conservadores para llevar a la práctica su consigna “Regeneración o Catástrofe”, que se materializó en la Constitución de 1886. En Gran Bretaña fue famosa la escena teatral de Winston Churchill, quién transitó en plena sesión de la Cámara de los Comunes, de su curul conservadora a la bancada liberal, donde tomó asiento. Años más tarde volvió a las toldas “tories”. Esos fueron deslizamientos de muy alto nivel. Nuestros sencillos “voltiarepras”, “comequehaya” y “cambiados”, tratan de sobrevivir en un puestecito de gobierno. Si a alguien le dicen: “Oye, yo te recuerdo trabajando en la Gobernación de Pacho Vargas como liberal”, con seguridad respondería: “Eso creían ellos”. Con motivo del asesinato del Doctor Jorge Eliécer Gaitán el 9 de abril de 1948, grandes desórdenes se suscitaron en Cartagena: incendio del diario “El Fígaro”, saqueo del “Almacén Americano” y la toma de las sedes de la Gobernación y la Alcaldía. Cuando la fuerza pública retomó el control, a muchos de los participantes los detuvieron en las rejas de la Policía Departamental. A los que más gritaban les aplicaban un fuerte chorro de agua; a otros les daban palo y yatagán. Entre los detenidos se encontraba Roberto Gaona, un viejo servidor de la Policía. Presa de gran susto, divisó entre los “castigadores” a Clemente su ex colega y copartidario. Eso lo tranquilizó. Pero, llegado el momento, Clemente, inclementemente lo golpeaba con mayor saña que los otros policías. Pasados unos meses, Roberto leyó en la prensa que a Clemente lo habían echado de la Policía. Recordó entre sus conocidos del hampa a “El Conchúo”, quien le debía algunos favores. Lo buscó y le dijo: “Viste que a Clemente lo botaron como a un perro”. Así es, contestó “El Conchúo”. Roberto agregó: “necesito que le des unos cuantos palos, pero no lo mates”. Algunas semanas después, Roberto Gaona leyó en El Universal que habían encontrado en un basurero el cadáver de Clemente. Pero “El Conchúo” no se reportó. Cualquier día Roberto y “El Conchúo” se toparon en el Portal de los Dulces y, al comentar la muerte de Clemente, Roberto dijo: “Supongo que no fuiste tú”. “El Conchúo”, por única explicación respondió: “¡Miedda Robe!, se me fue la mano”. *Asesor Portuario fhurtado@sprc.com.co
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