Columna


Que nos devuelvan el frío

ÓSCAR DOMÍNGUEZ G.

20 de mayo de 2010 12:00 AM

ÓSCAR DOMÍNGUEZ G.

20 de mayo de 2010 12:00 AM

Al académico Juan Gossaín, salud. Estás chiviado cuando afirmas en tu bella pero avara nota para el periódico Ciudad Viva, de la Alcaldía, que "En Bogotá sigue lloviendo". No hay tal. Hace tiempo, Bogotá dejó de ser un diluvio perpetuo. No va más aquella metrópoli de gente triste viendo llover en la capital de Macondo, como en cualquier cuento de don Gabo, tu paisano Caribe. Alguien nos cambió la ciudad. Exijo que nos la devuelvan. Queremos la lluvia perpetua y ese frío intenso que nos hacía dudar de la existencia del sol. Si abandonas tu amurallada Cartagena y regresas hoy a esta “plaza”, como la rebautizamos los de la diáspora, no verías niñas en las esquinas, empapadas, emperradas llorando, como la que encontraste a tu llegada a la capital de Macondo con tu maleta de madera. (En mi caso, mi madre, deliciosa cleptómana, especie de Robin Hood de tierra fría, robó ropas de mi hermano mayor y me las empacó junto con la bendición que me sigue protegiendo). Hoy por hoy, verías “viejas” con lanzados descaderados, escasas de ropa, ya no exhibiendo prosaicos jarretes, sino mostrando pectorales o retaguardias audaces, capaces de desterrar cualquier sospecha de disfunción eréctil. Bogotá, debo denunciarlo “Uribe et orbi”, se viene dando prepotentes ínfulas de Cartagena. Sin mar pero con Monserrate. El mar nos lo dieron en cerros. En los almacenes se ha reducido la oferta de trajes como los que se estilaban hace 40 años, cuando aterrizamos en estos pagos. La industria sin chimeneas de sombreros, gabardinas, paraguas y similares, languidece al ritmo de plusmarquista de los cien metros planos. Salvo que al paraguas se le dé el empleo contrario, y se utilice para escurrirle el bulto al sol que nos tocó en reparto. En ese desorden de ideas, no creo que tu señora madre ignorara geografía cuando empacó en tu maleta el abanico que los cachacos llamamos ventilador. (Felizmente, abanico y ventilador sirven para lo mismo: moler el viento en rodajas. No importa que el gato sea blanco o negro sino que cace ratones, dicen los pragmáticos chinos). Más que geógrafa, tu mami era vidente. Vio lo que venía -el verano- para la capital de los cachacos. (Cachaco es todo individuo que conoció primero el mar en foto, por correspondencia o por referencias). La abuela Abdala empieza a tener razón, cuatro décadas después. Sospecho que el cartagüeño Javier Ayala, a quien acusas de haberse robado tu triturador de aire, cometió el “delito” porque también intuyó lo que venía: luz, mucha luz, en vez de frío e inviernos que le harían agua la boca al bíblico Noé. Si los cazadores de nostalgias perdidas allanaran la vivienda de Javier, otro “ladrón honrado”, pero del Valle del Cauca, encontrarían en algún recoveco de su casa de reportero eterno, al lado de áridos libros de economía y de versos que no se atreve a publicar, el dichoso ventilador que llegó de San Bernardo del Viento a lomo de bus escalera, como nos tocó a otros. Gracias doy a ese cachivache que me dio pie para exigir que nos devuelvan el frío y la lluvia. Sin ellos, no valió la pena desertar del ardiente terruño. oscardominguezg@etb.net.co *Rotaremos este espacio entre distintos columnistas para dar cabida a una mayor variedad de opiniones.

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