Columna


Racismo

CARLOS DÍAZ ACEVEDO

16 de junio de 2010 12:00 AM

CARLOS DÍAZ ACEVEDO

16 de junio de 2010 12:00 AM

El racismo se adquiere, confirma y ejerce por el discurso, dice Teun Van Dijk, quien estuvo en Cartagena recientemente como ponente del Seminario Taller “Reportaje multimedia, la población afro en América Latina”, dada su amplia experiencia en el análisis del discurso en medios. En dicho evento, organizado por la Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano y el PNUD, junto a otras instituciones, Van Dijk dijo que el racismo es una forma de dominación social con dos dimensiones: las prácticas sociales o discriminación, y la dimensión mental o ideológica, que se aprende día a día por medio de la observación, la imitación y los discursos. Siguiendo el hilo de lo planteado por el holandés, podríamos decir que uno no nace racista, se hace racista en gran medida a través de los discursos, las conversaciones y los relatos cotidianos presentes en los textos escolares, la literatura, el cine, las noticias, los editoriales, la televisión, los estudios científicos; se aprende el racismo de un discurso político influyente, controlado por lo que Van Dijk llama “élites simbólicas”: políticos, profesores y periodistas que controlan la mente pública, las ideologías del público en general. Como el racismo se aprende y reproduce a través del discurso dominante controlado por estas élites simbólicas, para Van Dijk la fuente más importante del racismo contemporáneo son las élites simbólicas blancas, las mismas que según él suelen definirse como liberales, progresistas, cosmopolitas y sin prejuicios, lo que hace que suene contradictoria la conclusión a la que llega en el libro “Racismo y discurso en América Latina”, donde ofició como coordinador. Las mismas élites que cuando se refieren públicamente al racismo contra la población afro en la ciudad, lo hacen para negarlo, decir que si este se da es un problema de los demás, de los otros o de los de afuera, que son unos monotemáticos, resentidos, amargados, sembradores de cizañas; para señalar que este no es un problema de Cartagena y de los cartageneros: ciudad y ciudadanos distinguidos por la tolerancia, la convivencia, la sana y fecunda armonía. Las mismas élites que hablan del racismo sin nombrarlo, a sabiendas de que lo que no se nombra es como si no existiera, o llamándolo bajo otros nombres, o desigualdades sociales, como también lo ha analizado críticamente Van Dijk en otras latitudes, y para quien el mayor impulso del cambio antirracista se basa y proviene no tanto de estas élites dominantes, sino de los propios grupos dominados. “Este cambio también está mediado por el discurso, es decir, que se produce cuando estos grupos obtienen acceso a las diversas formas del discurso público como el discurso político, los medios de comunicación de masas, la educación, la investigación y sobre todo hoy en día, internet. Si el discurso público de los grupos étnicos minoritarios no hace del racismo una cuestión pública, la dominación étnica por lo general no cambia”, dice Van Dijk en el libro anteriormente citado. ¿Qué estamos haciendo las personas, organizaciones y redes afro en general, y las afrocartageneras en particular, para acceder a los discursos públicos y políticos, nombrar y afrontar el racismo como se debe? *Lingüista, literato y comunicador para el desarrollo puntos_de_encuentro@hotmail.com

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