Columna


Rectificación navideña

JORGE ENRIQUE RUMIÉ

18 de diciembre de 2009 12:00 AM

JORGE RUMIÉ

18 de diciembre de 2009 12:00 AM

A los amigos de Transcaribe es importante recomendarles que midan las consecuencias de sus pronunciamientos, porque hay cantidades de personas en la ciudad que sufren del corazón, de angustia existencial, de migrañas o de estrés galopante. La función pública tiene sus consecuencias en la salud mental de la gente, máxime en épocas de crisis económica como la actual o con la presencia de vecinos bélicos que nos declaran la guerra casi diariamente. Esa historia de El Universal en primera página diciendo: “Transcaribe anuncia obras en la entrada de Bocagrande”, en plena temporada de vacaciones, resultó un buscapiés culebrero que estalló en cada propiedad del sector turístico. Por lo menos en mi caso, en pleno desayuno hogareño, mientras leía la noticia en el periódico, pegué un brinco del carajo y me terminé regando el café encima. El susto fue gigantesco, no lo podía entender, ¿en qué planeta vivimos? Los trancones serán monumentales, me dije, rápidamente. E inmediatamente imaginé que detrás de dicha noticia existían dos posibilidades: una, que habían anticipado el día de los inocentes por equivocación de algún redactor despistado en El Universal, o la otra, que la gente de Transcaribe se la habían fumado verde y pensaron que los habitantes de Bocagrande, Castillo y El Laguito tienen la capacidad de salir volando por encima de la avenida San Martín y llegar como ángel caído del cielo en el sector amurallado. Entendemos que el Gobierno local tiene prisa por acabar el proyecto (dicen que la presión es enorme para finalizar la obra en los días del bicentenario), pero tampoco podemos olvidar nuestra realidad mundana. Imagínense, en condiciones normales la varada de un carro en Bocagrande es capaz de armar un trancón colosal desde el edificio Seguros Bolívar hasta los confines del hotel Hilton, como cualquier ciudad respetable de 10 millones de habitantes. ¿Se imaginan con las obras de Transcaribe? Tampoco podemos olvidar que estamos viviendo bajo el mismo apiñamiento de un ciento de cangrejos bailando samba en una lata de galletas de soda, y que nuestros gobernantes estimados permitieron la construcción de una cantidad de edificios tan altos que desde el último piso de cualquiera de ellos es factible divisar el alcantarillado (las cañerías) del cielo, y no exagero. Tenemos tantas construcciones nuevas que la densidad poblacional se ha triplicado sin contar con la temporada turística, y nosotros con los mismos dos carriles vehiculares de salida de hace 50 años. Afortunadamente, a los pocos días apareció la anhelada rectificación en la primera página de El Universal: “La alcaldesa de Cartagena, Judith Pinedo Flórez, ordenó la suspensión, hasta después de la temporada alta de turismo, del inicio de las obras del tramo de Transcaribe en Bocagrande”. El suspiro colectivo se escuchó apoteósico en la ciudad y la sensatez se apoderó nuevamente de nuestras vidas. La pesadilla había terminado, y nuevamente podemos estar seguros que para la temporada alta de diciembre y enero, retornarán las habituales 2 horitas para ingresar al referido sector turístico. Moraleja: cualquiera puede equivocarse, mientras corrija a tiempo. *M.A. Economía, empresario jorgerumie@gmail.com

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